¡Albores miente! (El caso de los Chimalapas).

2/12/2015 06:44:00 a. m. 0 Comments

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas;
Agosto 6 de 1999.

Respuesta a las calumnias, infundios y
vituperios vertidos por el Gobierno
del Estado de Chiapas,
respeto del Caso Chimalapas

Una vez más he tenido que esperar pacientemente y en silencio la evolución de una feroz ofensiva que ha movilizado a todo el aparato del Estado, a los tres poderes, al partido del gobierno, a casi toda la prensa escrita, radio y televisión tanto las oficiales como las oficialistas, a una gran cantidad de organizaciones privadas, sociales, profesionales y empresariales abajofirmantes, en fin, todo el corporativismo de estado con sus ilimitados recursos económicos pero con su muy limitada credibilidad. Todo y todos contra un sólo hombre y, una vez más, como en noviembre del año pasado en aquel vigente Tiempo de Canallas, la farsa, la maniobra ha vuelto a fracasar estrepitosamente.

Con interés y sorpresa, los chiapanecos hemos seguido muy de cerca el belicoso intercambio verbal que en días pasados sostuvieron los gobernadores de Chiapas y Oaxaca acompañados de sus respectivos congresos, con motivo de un artificial conflicto de límites entre esas dos entidades. Esta disputa tuvo como principal pretexto la comunidad de Rafael Cal y Mayor, municipio de Cintalapa, la cual, por cierto, curiosamente no presenta problemas ni de límites ni agrarios.

En la prefabricación del conflicto hubo el ingrediente de la actitud retadora y bravucona, luego la manipulación del sentimiento localista para justificar una convocatoria a defender lo que nadie estaba amenazando (soberanía, territorio, limites, dignidad etc.). Todo para que culminara con un jalón de orejas y un convenio de siete puntos en el que, desde el primero de ellos, se afirma que el amañado pleito “es de naturaleza eminentemente agraria”.

Cuando todos creíamos que el incidente deliberadamente magnificado había llegado a su fin, al reconocer su naturaleza “eminentemente agraria”, un increíble viraje le dio continuidad al tema, pero ahora con un cambio de escenario: de Rafael Cal y Mayor se pasó a San Isidro La Gringa localidades totalmente opuestas y distantes, y de haber identificado al gobierno de Oaxaca como el enemigo a vencer, ahora surgieron nuevos adversarios: Javier López Moreno y Pablo Salazar Mendiguchía, ambos acusados de alta traición por haber "vendido" durante su administración, uno como gobernador y el otro como secretario de Gobierno, más de 40 mil hectáreas de territorio chiapaneco a los vecinos oaxaqueños.

La peligrosa escalada de esta nueva campaña en mi contra apuntalada por una amplia y grosera difusión de una visión completamente falsa y perversamente distorsionada de lo que realmente ocurrió hace 5 años en San Isidro La Gringa, me obliga una vez más a responder en forma pública. De este modo pretendo atajar en definitiva esta nueva ofensiva gubernamental que tiene como único propósito provocar mi linchamiento político y cerrar el paso a la construcción de una alianza opositora para el año 2000.

Para responder a la acusación de la supuesta venta de tierras a campesinos oaxaqueños, es necesario contar con un mínimo marco de referencia que nos permita dar paso a unas breves referencias y reflexiones:

El contexto histórico.

La zona de asentamiento del pueblo Chimalapa ubicada en la llamada Selva Zoque, que comprende los estados de Oaxaca, Veracruz y Chiapas, presenta desde tiempos inmemoriales una gama de conflictos de naturaleza agraria, ecológica y forestal, entre otros, pero además, complicados por fenómenos de colonización, corrupción oficial, lucha por derechos indígenas y, recientemente, de fuerte influencia del narcotráfico.

La región de los Chimalapas, en el corazón del Istmo de Tehuantepec, está considerada una de las zonas de mayor biodiversidad en México y Mesoamérica; es un territorio indígena propiedad de los antepasados de la etnia zoque, habitado por ellos muchos siglos antes de que existieran los estados de Oaxaca y Chiapas.

La importancia que esta zona tiene es fundamental para el país y para el planeta, dado que en los Chimalapas coexisten ecosistemas naturales de lo más diverso, desde selva alta lluviosa, hasta bosques de niebla, bosques de pino encino, selva mediana y selva baja.

Esta región, de un enorme potencial hidrológico y considerada como uno de los reductos de selva más importantes del mundo (más de 600 mil hectáreas), ha estado sin embargo permanentemente expuesta no sólo a invasiones, colonización y depredación sino también a  las acciones del gobierno que primero amenazó con la construcción de una autopista que atravesaría la selva y hoy desliza una nueva arremetida con  la idea de desarrollar el megaproyecto del Istmo que acarrearía fatales consecuencias a esta vital reserva del país.
El contexto social.

A pesar de que los zoques compraron su propia tierra desde el año de 1687, fue hasta el año de 1967 cuando el presidente Gustavo Díaz Ordaz expide los decretos de  “Reconocimiento y Titulación de Bienes Comunales”, uno a Santa María y otro a San Miguel, que amparan 460 mil hectáreas, al primero, y 134 mil hectáreas al segundo, en total 594 mil hectáreas en favor de los zoques chimalapas. Cabe hacer mención que, por diversas razones, hasta la fecha no se han podido ejecutar en su totalidad las dos resoluciones presidenciales, entre otras causas, porque los comuneros chimalapas acusan a diversas autoridades federales y estatales de haber promovido invasiones y/o colonizaciones que ya cubren más de 221 mil hectáreas de terrenos comunales, bajo el pretexto del supuesto conflicto de límites.

Este ha sido el principal motivo por el cual desde hace más de 30 años ha habido una situación de permanente tensión y conflicto entre las comunidades originales zoques y las que no lo son, hecho que se agrava por las nulas políticas gubernamentales en el área y las deficientes resoluciones que ha emitido la Secretaría de la Reforma Agraria que, lejos de resolver, han agravado más los problemas de por sí complejos.

Un ejemplo de ello lo constituye el asunto que nos ocupa, el caso del ya famoso poblado San Isidro La Gringa, con una extensión de más de 40 mil hectáreas que a pesar de haber estado comprendido dentro de la resolución presidencial de 1967, se vio afectado por una nueva resolución de la propia Reforma Agraria, que en 1987 (20 años después), modifica el régimen de propiedad comunal por el de  terrenos nacionales, todo con el propósito de reconocer derechos de poseedores que se asentaron ahí después de haberse expedido las resoluciones presidenciales de  Gustavo Díaz Ordaz.

La errónea decisión de la dependencia federal creó un nuevo foco de tensión social entre comuneros chimalapas que reclamaban esa área como parte de su resolución presidencial y los nacionaleros, a quienes se les había titulado su posesión. Este nuevo conflicto obligó a esa Secretaría a dar marcha atrás y a expedir una nueva resolución, ahora el 18 de abril de 1994, por virtud de la cual invalidaba la anterior y declaraba inexistente tanto la resolución de 1987 como los actos derivados de ella, es decir,  las posesiones de los nacionaleros que se habían visto beneficiados con aquél acto jurídico. Como resultado de lo anterior, se restituye a San Isidro La Gringa su condición de propiedad comunal, como en el principio lo fue.

Si esta confusión creada por el gobierno federal queda en claro, será fácilmente comprensible la solución  que el propio causante del conflicto le encontró y que culminó con este largo y doloroso proceso de enfrentamientos y querellas, exactamente el día 8 de septiembre de 1994, con la firma del convenio que declara a la región de San Isidro La Gringa como reserva ecológica. Resolución que, por otro lado, en modo alguno implica modificación de limites estatales.

Es evidente, por cierto, que la actual administración estatal desconoce en su totalidad el contexto del conflicto que pretende crear, así como los antecedentes históricos del problema o, en su caso, le conviene hacerse pasar por ignorante para obtener provecho político de esa supuesta ignorancia. Sólo así se explica que introduzcan el elemento de la soberanía a una resolución administrativa de carácter eminentemente agrario, como ya ha sido reconocido por la propia autoridad  competente, y por  Albores mismo.

San Isidro La Gringa.

Es impresionante la capacidad que el gobernador interino Roberto Albores tiene para  encontrar “un problema para cada solución”. En su costosísima campaña para presentarme al lado de Javier López Moreno, como vendedor de tierras chiapanecas al vecino estado de Oaxaca, se dejó llevar, una vez más, por su incontenible ira contra mi persona, y al hacerlo dejó claras huellas de su particular manera de hostigar a quienes pensamos y actuamos diferente. En el nuevo espectáculo que montó sobre el caso de Los Chimalapas, Albores pasó por alto una serie de hechos y datos que, como ya hemos visto, refutan tajantemente su absurda pretensión de aparecer como el héroe rescatador de lo que nunca se ha perdido.

Respecto del caso en el que me atribuye una responsabilidad mayor a la que políticamente en su momento me ocupó, es necesario abundar en algunas precisiones, con el ánimo de que la opinión pública forme su propio juicio.

Como mencioné líneas atrás, San Isidro La Gringa, comprendido originalmente dentro de la resolución presidencial que benefició a los Chimalapas, se conformó por un grupo de nacionaleros que en su mayoría no eran chiapanecos sino trabajadores zacatecanos, veracruzanos y duranguenses, entre otros, amparados por una declaratoria global de terrenos nacionales publicada en el Diario Oficial de la Federación, con fecha 31 de julio de 1987, la cual declaraba terrenos nacionales 40 mil 495 hectáreas, ubicadas en el municipio de Cintalapa, Chiapas.

Esta determinación, tomada de manera irreflexiva, explica muy claramente la razón de los constantes conatos y enfrentamientos violentos que durante los años siguientes se dieron entre los originales comuneros chimalapas y los nuevos beneficiarios, nacionaleros con derechos de posesión posteriores a la resolución de 1967.
        
En el contexto de la conflictiva social que nuestro estado vivió en 1994, el gobierno federal estimó que era de alta peligrosidad mantener abierto el canal de una confrontación que tenía la potencialidad de detonar con una violencia similar a la de la Selva, por lo que apresuró la solución del problema en la zona de San Isidro La Gringa y, para tal efecto, solicitó la colaboración del gobierno del estado de Chiapas para restituirle a esa región su carácter de propiedad comunal y de este modo cancelar la posibilidad de un choque mayor.

La ayuda del gobierno estatal consistiría en integrar,  junto con la Secretaría de la Reforma Agraria y la Federación Estatal de Pequeños Propietarios Rurales, una comisión que tratara de convencer a las familias con derechos posesionarios mediante el diálogo y la celebración de convenios que desocuparan esos predios para dar paso a la creación de una reserva ecológica, con el fin de proteger los recursos naturales de la zona.

Por su parte, la Secretaría de la Reforma Agraria se comprometía a generar las condiciones y a modificar el régimen jurídico de la tenencia de la tierra en la región para dar paso a la creación de la reserva ecológica, lo que ocurrió con la resolución que posteriormente emitió para restituir a San Isidro La Gringa su carácter de tierras comunales. También se convino en que ellos se harían cargo de las indemnizaciones con recursos federales, y ser ellos mismos los que directamente pagaran a los beneficiarios. Es necesario insistir que, en el caso de San Isidro La Gringa, la operación de las indemnizaciones corrió a cargo de la Secretaría de la Reforma Agraria, tal como se había acordado con la dependencia federal.

La Comisión Interinstitucional designó a su vez la comisión integrada por un representante del Gobierno del Estado, uno de la Secretaría de la Reforma Agraria y uno más de la Federación de Pequeños Propietarios Rurales para que trataran directamente con los ocupantes de los terrenos de La Gringa y, eventualmente, de llegar a acuerdos, fueran ellos los que con la representación de los tres actores mencionados firmaran los convenios individuales correspondientes. Esta comisión comenzó sus trabajos en el mes de febrero y su primer objetivo fue levantar un censo de los nacionaleros y constatar la superficie que cada uno detentaba. El resultado fue de 161 personas que ocupaban aproximadamente 13 mil hectáreas.

 Las minutas de trabajo fechadas el 3 de marzo y 14 de abril de 1994, en las que aparece mi firma (y que el gobierno estatal hizo publicar profusamente en distintos diarios chiapanecos), dan cuenta del proceso de indemnización a los posesionarios. Este proceso, por cierto, culminó el 9 de Julio de 1994 con el pago de la indemnización y la reubicación de las personas beneficiadas. Muy a propósito de las insinuaciones que ahora se intentan hacer, los diarios de esa fecha dan testimonio de un hecho de la mayor relevancia: “Los cheques fueron entregados a las familias campesinas por Raúl Pineda Pineda, comisionado de la Presidencia de la República para Asuntos Agrarios en Chiapas” (Diario Popular Es!, número 14,397, Domingo 10 de julio de 1994). Es importante también recordar que dejé de ser Secretario de Gobierno el 11 de mayo de 1994, por tanto, cuando se realizaron los pagos y se desahogó el proceso indemnizatorio ya había concluido mi responsabilidad en esa Secretaría.

Una vez desocupados los predios, reubicados los posesionarios y cubiertas las indemnizaciones, quedaron dadas las condiciones para que el día 8 de septiembre de 1994 (para entonces el hoy acusado de vender terrenos ya era senador en funciones) se firmara el convenio entre la SEDESOL y el Comité Nacional para la Defensa de Los Chimalapas que dio creación a la reserva ecológica más grande del país asentada sobre San Isidro La Gringa. Firmaron el convenio los representantes de la comunidad indígena de Santa María Chimalapa, y por la Secretaría de Desarrollo Social, el Ing. Carlos Rojas Gutiérrez titular de la misma; Miguel Limón Rojas, a cargo de la Procuraduría Federal del Medio Ambiente, y Julia Carabias Lillo, por el Instituto Nacional de Ecología (El Nacional y unomásuno 9/IX/1994) fungiendo como testigos de honor los gobernadores de Oaxaca y Chiapas, Diódoro Carrasco Altamirano y Javier López Moreno.

En su discurso, Rojas Gutiérrez recordó que Luis Donaldo Colosio puso la primera piedra para salvaguardar el área. Por su  parte, Julia Carabias consideró que el convenio era un instrumento para proteger “una región muy importante en el mundo entero por los servicios ambientales que le presta, pues aquí tenemos la mayor cantidad del patrimonio natural del país y de la humanidad, en términos de biodiversidad” (El Nacional, 9/IX/1994). Diódoro Carrasco se pronunció en el mismo sentido que los titulares de la SEDESOL y del INE. Calificó de histórico el convenio y enfatizó el crucial papel desempeñado por Colosio Murrieta en los pasos iniciales del mismo.

A cuántos tendría que llevar a juicio Albores, si su ardid tuviera el más mínimo sustento. Muchos serían los cómplices que encubrieron la pretendida oferta de patrimonio chiapaneco, en el que habríamos incurrido el ex gobernador López Moreno y quien esto escribe.

El contexto político actual.

Moral, política y legalmente no existen bases para acusarme de ilícito alguno como funcionario y representante popular de Chiapas. Las intenciones de Albores Guillén, al orquestar su campaña de linchamiento en mi contra, están motivadas por su encono hacia el movimiento ciudadano que encabezo y que pretende llegar al gobierno con un programa democrático. Es la de Albores una intentona de manipulación política disfrazada de lucha por la soberanía de Chiapas. Esta peligrosa cruzada, por torpe y grotesca, enseña con insospechada claridad tanto el origen de los ataques hacia mí como sus intereses y propósitos abiertos. Por el compromiso que tengo con los que creen en las causas que enarbolo, y por respeto a mí mismo, no quise dejar sin respuesta este nuevo intento por descalificarme ante la sociedad.

Al dejar perfectamente claro cuál fue el procedimiento, la naturaleza, el propósito y mi limitada intervención en el asunto de San Isidro La Gringa, es mi obligación ética denunciar aquí frente a la opinión pública estatal y nacional, cuáles fueron las motivaciones de Albores para impulsar una ofensiva más en contra de mi persona. La intentona alborista tiene su explicación en los siguientes antecedentes recientes:

En semanas pasadas se difundió, en la ciudad de Tapachula, una amplia entrevista que me hizo el periódico El Orbe. En ella denuncié públicamente la corrupción imperante en la administración de Roberto Albores,  particularmente la que se comete en el DIF estatal y que se materializa en la inexplicable contratación de lo servicios de un organismo comercial denominado Abasto Global, S.A. de C.V. Esta empresa nació misteriosamente unos días después de nombrado el actual gobernador interino. A esta persona moral, que fue constituida con un raquítico capital social de 50 mil pesos, se le asignaron jugosos contratos millonarios, entre ellos el de la distribución de desayunos escolares, actividad para la cual esa empresa carece tanto de la infraestructura como de la experiencia mínima. Hasta hoy nadie ha podido explicar, por la simple razón de que es inexplicable ¿por qué se desplazó a DICONSA en el otorgamiento de este servicio que había venido prestando con eficiencia? ¿Por qué se le hizo a un lado siendo la única comercializadora con el potencial para penetrar a todas las comunidades del estado y con una sólida infraestructura para la distribución de los desayunos escolares? Tampoco se conoce cuáles fueron los mecanismos de licitación, si la hubo, para preferir a la empresa creada fugazmente. Y por supuesto que nadie ha podido aclarar hasta hoy quién paga el costo de las bodegas y el transporte de los que carece Abasto Global.

Casi simultáneamente a mi denuncia, los diputados del Partido Acción Nacional, Juan Carlos Cal y Mayor y Victoria Rincón, denunciaron irregularidades en la distribución de alimentos. La respuesta que recibieron por parte de los corifeos de Albores fue la intimidación y una ofensiva de medios, con la socorrida práctica de los famosos desplegados de  prensa que no aclaran nada y sí dilapidan muchos recursos de los contribuyentes. Por cierto, en este asunto la fracción priísta del Congreso del Estado no mostró el mismo celo por la búsqueda de la verdad que ahora dice tener.

Pasados algunos días, y en pleno ejercicio de mi libertad política como legislador y ciudadano, denuncié las dádivas que se repartieron a los legisladores priistas locales para guardar silencio frente a la imposición de un líder que ellos no deseaban. Se me pidieron pruebas, pero no hubo que darlas, puesto que un diario local documentó cómo dichos diputados se habían hecho de autos lujosísimos de la noche a la mañana. Ahí, precisamente, en la atropellada pero bien publicitada conferencia de prensa radial, el diputado Oscar Alvarado Cook amenazó con lo que hoy es su ansiada realización: vincularme a un mal manejo del asunto Chimalapas.

El 15 de julio pasado, la población de Tenejapa me recibió como nunca antes una comunidad tradicionalmente priísta había recibido a un político opositor. La recepción de que fui objeto, la gran concentración de pobladores, así como la inusual entrega del bastón de mando por parte de alcaldes tradicionales a un aspirante al gobierno del estado, no priísta, provocó una enorme irritación al gobernador interino. Éste, en uno de sus típicos arranques autoritarios, convocó a una reunión de gabinete con el único propósito de exhibir a sus colaboradores y recriminarles la “falta de control político” (acusación digna de un dictador) en la zona indígena, como si esa fuera la función de los servidores públicos.

Con estos antecedentes, y la abierta amenaza pendiente, Albores Guillén, con motivo de su visita a la zona de Los Chimalapas, echó a andar en la última semana toda la maquinaria del Estado en mi contra. Antes, en noviembre del año pasado, apeló al sentimiento priísta para intentar lincharme públicamente. Hoy, en un nuevo intento de descalificación, invoca el sentimiento chiapaneco para provocar una generalizada irritación social en mi contra, a partir del irresponsable y temerario manejo de un asunto de la más alta peligrosidad por  la problemática tan compleja que tiene el  caso de Los Chimalapas.

La obsesiva intención de Albores por liquidarme políticamente, lo ha llevado a la locura de crear un conflicto artificial de límites con el vecino estado de Oaxaca, y a partir de ese inexistente litigio construir un argumento de regionalismo ramplón para exacerbar el sentimiento chiapaneco. Pretende así envolver el ánimo social en un absurdo espíritu guerrero para defender territorio y soberanía, sólo amenazados en su afiebrada imaginación.

Una vez explotado el tema y manipulado el inexistente conflicto a través de un grosero manejo de medios de comunicación, en su mayoría incondicionalmente puestos al servicio del poder autoritario y amenazante de Albores, lo que faltaba era encontrar un responsable, y fue allí donde surgió la verdadera agenda escondida del gobernador interino: el culpable se llama Pablo Salazar, el verdugo favorito de esta mini administración.

Llama poderosamente la atención el hecho de que el artificial conflicto de límites inventado por Albores estaba ocurriendo en la comunidad de Rafael Cal y Mayor (cerca de Cintalapa), mientras que los medios oficiales y oficiosos trasladaron el evento a San Isidro La Gringa (cerca de Veracruz), y exhiben profusamente documentos que, según ellos, me implican en una operación que, siendo de naturaleza eminentemente agraria y ecológica, nada tiene que ver ni con una cuestión de límites, ni con el ámbito de responsabilidad que, como Secretario de Gobierno, tuve en el año de 1994. Reitero que el programa de la reserva ecológica de Los Chimalapas fue, y es, un proyecto federal a cargo de la Secretaría de la Reforma Agraria y de la SEMARNAP. La reunión de los titulares  de estas dos dependencias hace tres días con Albores y el gobernador de Oaxaca, José Murat Casab, así lo ratifica y no deja lugar a dudas.

Por lo tanto, y en conclusión, quiero dejar de manera muy clara lo siguiente:

No realicé ninguna cesión, mucho menos venta, de territorio alguno en detrimento de la soberanía de Chiapas. El proceso de creación de la reserva ecológica de Los Chimalapas se dio en un proceso público, transparente, jurídicamente válido  y bajo la absoluta responsabilidad de gobierno federal. En San Isidro La Gringa no hay actualmente, ni conflicto agrario, mucho menos de límites.

El Gobierno del Estado sólo intervino como coadyuvante a solicitud del gobierno federal, y mi participación únicamente se limita a intervenir en minutas de trabajo, que no convenios ni contratos, mucho menos escrituras de compra o venta, porque ninguna de estas operaciones estaba en juego. Darle a una minuta de trabajo el valor de un contrato de cesión o de compraventa es forzar demasiado la estrategia para hacerme aparecer como culpable, y lo que es peor, es suponer que los chiapanecos somos todos, retrasados mentales.

Sin que sea un asunto central, vale la pena comentar que, cuando ocurrió, tanto la consumación del proceso indemnizatorio (julio de 1994), como la firma del convenio que convierte los terrenos de San Isidro La Gringa en reserva ecológica (septiembre de 1994) mi responsabilidad como Secretario de Gobierno ya había concluido, por lo tanto en ninguna de ellas pude haber intervenido.

Entraña una infinita ignorancia seguir sosteniendo que una resolución agraria o una de carácter administrativo que transforme una propiedad social en reserva ecológica para protección del medio ambiente, es modificadora de límites territoriales. Es tan absurdo como insostenible seguirlo diciendo.

Es sumamente peligroso manipular el sentimiento de los chiapanecos, justamente en momentos en los que es al gobierno al que compromete más la demanda de cordura y responsabilidad.  Empujar a un grupo de chiapanecos a  recuperar terrenos en lo que ahora es una reserva ecológica constituye una aventura de cuyas impredecibles consecuencias el ejecutivo estatal y el Congreso del Estado no podrán después alegar inocencia.

La de Albores Guillén, es una campaña de humo para recubrir de interés por el patrimonio chiapaneco sus reales intereses políticos: eliminar a un contendiente político y neutralizarlo en la gesta electoral del año próximo, con el fin de seguir reproduciendo los cacicazgos priístas que tanto han dañado al estado.

Reitero mi compromiso con Chiapas, su pueblo y su soberanía. A defenderlos con dignidad en la tribuna del Senado y en las responsabilidades públicas que se me han encomendado me he dedicado y lo seguiré haciendo con pasión y responsabilidad. Pido lo mismo a los señores legisladores locales del Partido Revolucionario Institucional, a quienes solicito respetuosamente que toda su vehemencia para impugnar el pasado la inviertan también en impugnar el presente.

Como lo afirmé en la entrevista con Elena Gallegos (La Jornada, 4/VIII/), hago responsable a Roberto Albores de mi seguridad, la de mi familia y de mis colaboradores. Desde ahora le digo al gobernador que no nos va a detener, que estoy preparado para esto y lo que venga, que vamos en serio, que queremos ofrecer esperanza a los chiapanecos y que sus bravatas y amenazas producto de su capacidad conspirativa no me asustan. Se necesita mucho más que esto para doblegarme y para detener el avance del movimiento democrático en Chiapas.

A los medios y a la sociedad les aseguro: soy un hombre decente, mis hechos, mi actividad pública, mi patrimonio y mis intenciones, son transparentes. No tengo pasado de que avergonzarme; si no fuera así, no tendría cara para enfrentar a quienes he enfrentado con energía; para desafiar al sistema; para denunciar la corrupción, y sobre todo, para luchar en Chiapas por un verdadero cambio.

Buscando ser juez, Albores Guillén demuestra de nueva cuenta que erró sin remedio por hacerle más caso a su ira que a los hechos comprobados en la historia documental de Los Chimalapas. En esta nueva ofensiva, como en noviembre pasado, Albores ¡ miente !