Chiapas: Tiempo de canallas.

2/12/2015 06:42:00 a. m. 0 Comments

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas;

26 de noviembre de 1998.

Declaración del Senador Pablo Salazar Mendiguchía,
 a propósito de las acciones realizadas en su contra
 por la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional.

El pasado lunes 16 de noviembre, en el Parque Central de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, se llevó a cabo una inusual asamblea pública del Consejo Político Estatal del Partido Revolucionario Institucional, en la que a la vez que se eligió a los nuevos presidente y secretario general del Comité Directivo, fue utilizada por los dirigentes estatales del partido para intentar hacer un linchamiento político de mi persona por las opiniones que como Senador de la República he manifestado en relación con diversos temas de la situación política y social del país.

Ese día, ante un reducido grupo de personas que no sabía para qué había sido convocado, la directiva estatal del partido, sin tener facultades para ello y sin que mediara ninguna notificación oficial de las instancias partidarias conducentes, sometió a consideración de tan singular asamblea un texto en el que se me acusa de “desviaciones” políticas, de utilizar un “doble lenguaje” y de “deslealtad al partido”, por lo que el Consejo Político Estatal decidió “deslindarse” políticamente de mi “comportamiento”.

La directiva estatal del partido pretendió fundamentar jurídicamente esta determinación apelando a varias fracciones de tres artículos de los estatutos del PRI –173, 175 y 176– y quiso dar veracidad política a sus acusaciones, únicamente diciendo que “al seno del Consejo Político Estatal han llegado diversas denuncias y pruebas” en mi contra y que incluso el delegado del CEN del PRI en Chiapas ya me había “reconvenido” en múltiples ocasiones por mi “mal proceder”.

Según la lectura de los estatutos, se me acusa de “ofender públicamente y realizar actos de desprestigio contra dirigentes y candidatos del partido y actuar contra sus campañas”; de “atentar contra la unidad ideológica, programática y organizativa del PRI”; de “sostener y propagar principios contrarios a los contenidos en los documentos básicos del partido”; de “realizar acciones políticas contrarias a los lineamientos concretos de los órganos partidarios competentes”; de “difundir ideas o realizar actos para dividir” al partido; y de solidarizarme “con la acción política de partidos o asociaciones antagónicas al PRI”.

Antes de dar respuesta puntual a la acusaciones que se me han hecho, quise esperar a que transcurrieran las reuniones que legisladores de la COCOPA y representantes de la llamada sociedad civil tuvieron con el EZLN en San Cristóbal de las Casas, los pasados días 20, 21 y 22 de noviembre, para evitar mezclar asuntos que son de distinta naturaleza.

Ahora que ya concluyeron dichos encuentros, y debido a que no estoy dispuesto a dejar pasar por alto las agresiones de que he sido objeto y menos aún dejar sin respuesta las acusaciones que en mi contra se han vertido, me permito hacer del conocimiento de la ciudadanía chiapaneca y de la opinión pública nacional el siguiente

Pronunciamiento político

1. Las declaraciones de dirigentes locales del PRI de las últimas semanas, los ataques que día tras día se enderezan en mi contra en distintos espacios informativos –y que continúan sin cesar– y la realización de la asamblea del lunes 16 de noviembre, con los “acuerdos” que de ella emanaron, forman parte de una campaña que busca descalificar ante la opinión pública, y ante los militantes del PRI, los puntos de vista y argumentos políticos que he venido expresando como senador en distintos foros y tienen como objetivos fundamentales buscar cambiar mis posiciones políticas en el Senado de la República, golpear al Grupo Galileo, inhibir mi participación en la Comisión de Concordia y Pacificación y frenar el trabajo político que de manera intensa he venido desarrollando en el Estado de Chiapas.

2. El artículo 61 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que las opiniones que los senadores “manifiesten en el desempeño de sus cargos” son “inviolables” y que los senadores “jamás podrán ser reconvenidos por ellas”. Nadie puede poner en cuestión mi derecho a expresar mis opiniones políticas, ni siquiera el Presidente de la República, menos aún el sumiso delegado político del CEN del PRI en Chiapas.

3. El procedimiento seguido por el Comité Directivo Estatal con el que se persiguió hacer un linchamiento político público de mi persona quebranta el espíritu y la letra de los Estatutos del PRI. Ni el Comité Directivo ni el Consejo Político estatales están facultados para aplicar la “Justicia Partidaria”. Tampoco en los estatutos existe el “deslinde” como una sanción que se les pueda aplicar a los militantes. Menos aún se pueden imponer penas sin que se presenten las pruebas correspondientes ante la Comisión de Honor y Justicia y sin que ésta haga efectiva la garantía de audiencia del denunciado. En todo caso, tanto el Comité Directivo como el Consejo Político estatales deberían ser sancionados por usurpar funciones que no están en el ámbito de su competencia.

4. Ocupo un lugar destacado en la política del estado por circunstancias de la vida –un súbito e irreversible cambio en la historia política y social de Chiapas. No llegué de fuera, ni fui impuesto, ni menos vine a sustituir a nadie. Soy Senador de la República porque así lo decidieron en 1994 los ciudadanos en las urnas.

Desde el primer día en que llegué al Senado de la República, me he empeñado en buscar dignificar al poder legislativo porque creo firmemente en la división de poderes y estoy convencido de que es necesario fortalecer el federalismo.

Como Senador de la República, he pugnado por un poder legislativo “fuerte y autónomo”, que asuma a plenitud sus facultades, que haga efectivo el equilibrio entre poderes, que sirva para acotar las enormes facultades concentradas en el poder ejecutivo y que represente genuinamente los intereses de los mexicanos.

Tengo la satisfacción personal de presidir la Comisión de la Medalla de Honor Belisario Domínguez, condecoración que otorga el Senado de la República a “los hombres y mujeres mexicanos” que, como nuestro prócer chiapaneco, “se hayan distinguido por su ciencia o virtud en grado eminente como servidores de nuestra patria o de la humanidad”.

Desde esa comisión he promovido la recuperación del legado histórico de representantes populares chiapanecos, que como Luis Espinosa y el propio Doctor Belisario Domínguez, se destacaron por proponer y defender una distinta relación de Chiapas con la Federación, porque pienso que hoy más que nunca, ante la bochornosa situación de dependencia y subordinación en que el gobierno federal mantiene a la entidad, es necesario pugnar por hacer realidad una nueva mexicanidad chiapaneca.

Asimismo, he trabajado con dedicación, y creo que con éxito, para transformar la ceremonia de entrega de dicha condecoración, de un acto que era esencialmente protocolario, a un evento en el que ahora tienen cabida todas las voces del Senado.

Me pregunto ¿en qué contraviene esto a los documentos básicos del partido?
He tratado de honrar la herencia histórica que los chiapanecos legaron a los mexicanos en el Senado de la República. He buscado representar a Chiapas con dignidad ante la más alta tribuna de la República. Pero los dirigentes del PRI chiapaneco me piden lo contrario.

El expresidente del Comité Directivo Estatal, hoy flamante líder del Congreso del Estado de Chiapas, justo antes de la asamblea en que se me quiso linchar públicamente, en declaraciones a periódicos locales hizo suyas supuestas inconformidades de la militancia del PRI, por la actitud que como senador –según él– he tenido ante los jefes de los poderes ejecutivos federal y estatal, a la vez que ratificó –en un acto de abyecto servilismo– “lealtad al Sr. Presidente de la República” y al “Gobernador” del Estado.

Ante este tipo de manifestaciones, no tengo otra respuesta más que la siguiente: para mí, la tarea de los legisladores federales y locales no tiene como propósito servir a individuos o complacer a los gobernantes en turno, sino garantizar una efectiva división y equilibrio de poderes.

¿Esa es la lealtad que me piden asumir? Yo, en política, sólo debo lealtad a la República y a mi propia conciencia.

5. Formo parte de la Comisión de Concordia y Pacificación, instancia legislativa peculiar por su integración equilibrada; su distribución rotativa de tareas; sus procedimientos consensuales de decisión; y por haber sido creada al amparo de la Ley para el diálogo, la conciliación y la paz digna en Chiapas (sin parangón en los anales de la historia legislativa de México).

Muchas han sido las tareas que diligentemente ha cumplido la COCOPA en los cerca de cuatro años que lleva de existencia, pero ninguna de tanta importancia como la elaboración de la propuesta para traducir en ordenamientos legales los Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígena. Mi participación en la redacción y aprobación colectiva de esa iniciativa es una de las razones por las que la dirigencia del PRI guarda tanto encono en mi contra.

¿En que pude haber faltado a la “unidad ideológica, programática y organizativa del PRI” al desarrollar dicha labor? Me veo obligado a recordar argumentos que ya expuse con anterioridad.

Primero que nada, hay que decir que el PRI, como tal, no tiene una política definida de tratamiento del conflicto que hay en Chiapas. Ni la estructura partidaria ni las fracciones parlamentarias se han reunido para discutir este asunto. En segundo lugar, nuevamente es necesario aclarar que fueron las partes las que le pidieron a la COCOPA redactar dicha propuesta y ésta aceptó bajo el acuerdo explícito de que sería la redacción definitiva de esa iniciativa legislativa. Y en tercer lugar, los acuerdos fueron firmados en San Andrés tanto por el EZLN como por el propio gobierno; los legisladores de la COCOPA únicamente fuimos testigos del acto.

¿Decir la verdad va contra los principios del partido?

El cumplimiento cabal de su palabra, por parte del gobierno federal, nos hubiera ahorrado mucho tiempo y enormes sacrificios. Los resultados están a la vista. Si otra hubiera sido la actitud gubernamental, es posible que la paz estuviera ya firmada.

6. Como Senador por Chiapas y como integrante de la COCOPA, he alzado la voz ante lo que he considerado atropellos a los derechos humanos de los indígenas de Chiapas, y he manifestado mi desacuerdo con las que he considerado decisiones erróneas de los gobiernos federal y estatal ante el conflicto chiapaneco. Lo hice en diciembre de 1997 a raíz de la brutal masacre de Acteal y lo manifesté en julio de 1998 en un largo texto titulado El fracaso de una imprudente estrategia gubernamental para Chiapas, que publiqué en un periódico de la capital del país, a propósito de los graves acontecimientos ocurridos en el municipio de El Bosque.

¿Indignarse ante la brutalidad y denunciar la violación de derechos humanos es contrario a los principios del partido? ¿Qué no han leído los dirigentes del PRI de Chiapas los documentos básicos?

Para su conocimiento, cito tan sólo un párrafo de los mismos: “Para el PRI, el Estado tiene la obligación irrenunciable de garantizar un estricto apego a los derechos humanos y las garantías individuales consagradas en la Constitución, que son inherentes a la vida y a la libertad de la persona”.

Yo creo, a diferencia de varios dirigentes del PRI de Chiapas, en la igualdad de todos ante la ley.

7. Pertenezco al Galileo, grupo que está integrado por catorce senadores del PRI, y que nació en septiembre de 1997, como respuesta a la falta de mecanismos para procesar las decisiones al interior de la fracción priísta en el Senado, y ante la amenaza del líder senatorial de utilizar la mayoría en la cámara alta como muro de contención contra las resoluciones de la Cámara de Diputados.

Mi pertenencia al Grupo Galileo ha sido también motivo para que la directiva desarrolle esta animadversión en mi contra, particularmente por la posición del grupo ante la discusión de la iniciativa presidencial sobre derechos y cultura indígena, sobre el Fobaproa y por el trabajo académico que lleva por nombre Chiapas: una nueva visión para una nueva cultura, cuya elaboración colectiva fue promovida por el Galileo y que tiene como fin contribuir a conocer y transformar la realidad de nuestro estado.

En el primer caso, el Grupo Galileo propuso el diferimiento de la discusión en materia de derechos y cultura indígena, hasta que se asegurara que ésta contribuyera “efectivamente a lograr la paz en Chiapas”, se garantizara “el predominio de los consensos” y se crearan “las condiciones para el restablecimiento del diálogo”.

En el segundo caso, recientemente di a conocer cifras sobre la difícil situación en que vive la enorme mayoría de la población en Chiapas. Afirmé, según un estudio que forma parte del mencionado trabajo, que el 90% de los chiapanecos viven en la extrema pobreza, y lo que es peor, que el 75% se encuentra en la indigencia.

En ambos casos, la reacción no se hizo esperar. Destaca por su significado la agresiva respuesta que de parte de la directiva del PRI mereció mi opinión sobre los índices no oficiales de marginación y pobreza. En lugar de debatir y ofrecer datos, sus declaraciones se ocuparon en intentar descalificarme personalmente.

¿Acaso dar a conocer cifras no oficiales sobre la pobreza en Chiapas atenta contra la unidad ideológica y programática del partido? ¿Informar a los mexicanos sobre la lacerante realidad en que viven los chiapanecos es realizar acciones contrarias a los lineamientos concretos de los órganos partidarios?

8. Aunque en apariencia la campaña en mi contra ha sido impulsada por la directiva estatal del Partido Revolucionario Institucional, ésta no ha hecho más que acatar servilmente las instrucciones que les fueron dadas por sus superiores. ¿Quién puede creer que los obsequiosos dirigentes locales del PRI tengan el valor, la capacidad y la independencia suficientes para tomar una determinación de esta naturaleza? ¿En Chiapas quién puede creer que este tipo de decisiones se toman en el edificio de la plaza de Santo Domingo y no en el palacio de gobierno del estado?

La decisión de lincharme públicamente –que originalmente era de expulsarme– fue tomada por el gobierno estatal con el respaldo de sectores del aparato gubernamental federal. Es el resultado de una alianza cuyo eje político pasa por la casa de gobierno del estado, y por otras instancias federales. Tiene que ver con una combinación de intereses en las que están en juego procesos sucesorios (locales y nacionales), cotos de poder políticos y económicos y planes políticos de corte autoritario (una de sus más recientes iniciativas fue intentar impedir a toda costa la realización del encuentro entre el EZLN y la sociedad civil).

9. Las acciones emprendidas en mi contra, la exclusión de candidatos a diputados locales de las fórmulas inicialmente registradas por el PRI, la concentración de toda la política de comunicación social del gobierno en una sola oficina, algunos de los despidos recientes de funcionarios gubernamentales, el cierre de espacios periodísticos, el anuncio de que existe un complot en contra del gobernador sustituto, no sólo son producto del tremendo delirio que puede generar en los seres humanos la embriaguez de poder, sino que constituyen acciones que pretenden ser ejemplarizantes y que forman parte de una vasta operación política, una “gran cruzada”, cuyo propósito es mantener un férreo control de todos los procesos políticos de la entidad para conservar el poder a toda costa, incluyendo, por supuesto, la posibilidad de una salida policiaca y/o militar al conflicto armado que existe en Chiapas. No hay que olvidar que “las cruzadas comienzan por limpiar la casa propia” antes de dirigirse a la tierra que ha de ser liberada.

El grupo político en el poder en Chiapas, con la vocación autoritaria de la que ha dado sobradas muestras, y ante la falta de soluciones reales (no de papel) a los problemas que abruman a la sociedad –y que se agravaron con el desastre provocado por las lluvias del mes de septiembre–, ha puesto “en marcha un esfuerzo enorme hacia la institucionalización de la sospecha y de la autocensura”, y acciones para callar las voces disidentes y deshacerse de las plumas críticas. Este grupo, para garantizar su supervivencia y reproducción, necesita responsabilizar a otros de sus fracasos, construir “culpables” y lincharlos públicamente, bajo la premisa de que en estos casos siempre es imprescindible “un tema llano, sencillo y sin adornos, para confundir a los ignorantes”.

10. La sociedad chiapaneca vive profundamente dividida y peligrosamente polarizada. En Chiapas, muchos de los temas de la agenda política nos desunen desde hace tiempo: la tierra, las leyes, las formas de elegir a nuestras autoridades, los derechos indígenas, la justicia, los derechos humanos, la distribución de apoyos, el acceso a oportunidades, los derechos laborales, la educación, la división municipal, los resentimientos regionales.

Como consecuencia de ello, en todos los espacios de la vida social vivimos fragmentados. Existe división por igual en partidos, cámaras empresariales, ejidos, asociaciones agrícolas y ganaderas, organizaciones campesinas, sindicatos, organizaciones de transportistas, iglesias, municipios, pueblos, comunidades.

A todo esto hay que agregar que tres tipos de conflictos que ponen en serio riesgo la gobernabilidad de cualquier región, y que generan una gran polarización social, están latentes en Chiapas: uno bélico, otro étnico y uno más religioso.

Algunas de las causas de esta división y polarización encuentran su explicación en el remoto proceso histórico que dio origen a lo que hoy es la sociedad chiapaneca. Otras, sin embargo, son el resultado de un pernicioso sistema político local de dominación que con el paso del tiempo acumuló irresponsablemente, al dejarlos sin resolver y al optar por salidas autoritarias, infinidad de problemas y conflictos originados por la creciente demanda social de mejores condiciones de vida.

El gobierno estatal actual ha desarrollado un papel destacado para ahondar aún más las diferencias que nos separan. Escudado en el discurso de la reconciliación, ha disuelto algunos de los “municipios autónomos”, ha destituido y castigado ayuntamientos opositores, ha desarrollado una política de intromisión en los medios de comunicación, ha fustigado con declaraciones tronantes y beligerantes a quien se atreve a contravenir sus órdenes, y está ahora dedicado a combatir a quienes desde dentro del gobierno y del PRI piensan diferente o representan algo distinto al proyecto que ha puesto en marcha.

En suma, se ha dedicado con esmero a atizar la hoguera de los rencores sociales.

11. La sociedad chiapaneca ha sufrido cambios importantes en los últimos años. Dos hechos hablan por sí solos de las variaciones que han ocurrido en el Chiapas de los noventa.

Por un lado, la correlación de fuerzas en el terreno electoral prácticamente se ha mantenido intacta en las tres últimas elecciones (95, 97 y 98), a pesar de la masiva presencia militar, de las multimillonarias inversiones que se han anunciado y de las reiteradas visitas presidenciales a Chiapas.

Y, por otro, la respuesta de un número significativo de periodistas y columnistas ante los despropósitos del gobierno y de la directiva del PRI, que hace evidente que cada vez existen más sectores que están dispuestos a hacer valer y a defender sus opiniones.

De nada le han servido al gobierno las encuestas y campañas publicitarias onerosas para intentar legitimar su proyecto, porque los mismos ciudadanos se han encargado de negar en las urnas electorales, en los medios de comunicación y en la calle, el apoyo unánime del que se ufanaban.

Es precisamente ante éste y otros fenómenos novedosos de la participación ciudadana que el bloque autoritario gubernamental está reaccionando con ferocidad. Sin embargo, los desplantes de prepotencia y soberbia no les han sido prácticamente de ninguna utilidad.

12. Chiapas necesita un gobierno que una; que verdaderamente reconcilie, no que divida aún más a la sociedad. Un gobierno que procure la armonización de las relaciones de los distintos actores sociales de la entidad y no uno que provoque mayor discordia.

Chiapas necesita un gobierno que se entregue a la tarea de construir con todos los sectores sociales un nuevo sistema político que esté en la posibilidad real de procesar de manera democrática, ordenada, civilizada y tolerante las diferencias de la sociedad chiapaneca que hoy no encuentran canales institucionales para ser dirimidas. Un sistema político con reglas claras, que ofrezca igualdad de participación y brinde oportunidades a todos los actores políticos de la entidad.

Para una sociedad dividida y polarizada, para una sociedad que se ha puesto en movimiento, el mejor instrumento para gobernar es el diálogo.

13. Los mexicanos y los chiapanecos de hoy están exigiendo de sus representantes, en todos los niveles de gobierno, que informen, que expliquen las razones de sus actos. Están reclamando también que asuman compromisos, que defiendan los intereses de los ciudadanos, que cumplan con su deber, que escuchen y atiendan a los gobernados.

Por su parte, los dirigentes del PRI y los gobernantes de Chiapas exigen guardar silencio, piden obediencia y reclaman actuar con total impunidad.

Entre el dilema de ser fiel al mandato popular o sujetarme a las órdenes del poder no tengo la menor duda. Les informo que voy a seguir con mis actividades y que lo voy a hacer por el mismo camino que decidí recorrer desde el primer día en que fui investido con el cargo de Senador de la República.

Sé que en los municipios del estado hay infinidad de compañeros y compañeras que comparten esta decisión; que están de acuerdo con mis opiniones sobre la preocupante situación que vive nuestro estado y sobre las tareas que en los próximos meses habrá que emprender.

Voy a continuar recorriendo el estado. Voy a realizar reuniones públicas y privadas para conversar con mis paisanos sobre el presente y el futuro de Chiapas.

Sépanlo de una buena vez quienes intentaron lincharme públicamente en el Parque Central de Tuxtla: ni la política ni el gobierno del estado son propiedad de los dirigentes del partido o de los gobernantes en turno.

De toda esta experiencia que he pasado en estos últimos días, hay dos cosas que me reconfortan y que me ayudan a seguir adelante.

Una, es la solidaridad y el apoyo que me han brindado familiares, amigos, compañeros del partido, dirigentes políticos y sociales y ciudadanos en general.

La otra, es saber que, en tiempo de canallas, son acusados de traidores y desleales quienes se comprometen con la verdad, la paz y la justicia.