"Somos la fuerza política preponderante de la naciente democracia chiapaneca": Pablo Salazar.

2/12/2015 08:32:00 a. m. 0 Comments

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
15 de julio de 200.

Discurso pronunciado por Pablo Salazar Mendiguchía, candidato al gobierno del estado, en la reunión del Consejo Estatal de la Alianza por Chiapas celebrada el 15 de julio de 2000 en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez.

A un mes de la victoria, estamos aquí reunidos los presidentes municipales, los legisladores, los regidores, los dirigentes municipales y estatales, y el candidato de la Alianza por Chiapas, de los partidos de la Revolución Democrática, Acción Nacional, del Trabajo, de Centro Democrático, Alianza Social, de la Sociedad Nacionalista y Convergencia por la Democracia. En otras palabras, hoy nos encontramos todos aquellos que, hasta hace algunos días, solíamos ser nombrados con desprecio y desdén "la oposición", pero que hoy somos la fuerza política preponderante de la naciente democracia chiapaneca.

Hablamos de las mujeres y los hombres que tienen sobre sus espaldas la enorme responsabilidad de ser los protagonistas del tránsito político que arrebatará el gobierno de Chiapas al despotismo, cruel y caciquil, que durante tantos años ha tenido como rehén a nuestro estado, para conducirlo a una tierra que quizá no sea la utopía, pero sí será el terreno de las oportunidades, de la democracia, de la apertura y la competencia política abierta y leal: desde hace tiempo, nuestro único camino hacia una paz justa y digna, hacia el bienestar y el desarrollo.

A nadie debe escapar que el significado de esta reunión va más allá de la decisión rutinaria de un cambio de gobierno y de los representantes populares de un estado cualquiera en la República mexicana. Estamos reunidos aquí quienes damos hoy la batalla por la democracia, la justicia, la decencia política y la paz en la entidad que fue el territorio de crisis por antonomasia del decenio de la agonía priista:

Estamos aquí quienes llevamos sobre los hombros la tarea de demostrar a la nación que la promesa democrática abierta por millones de ciudadanos el 2 de julio pasado no es un mero espejismo.

Estamos aquí quienes demostraremos que, en efecto, ha muerto el dominio dictatorial del partido de Estado y que México, empezando por Chiapas, está listo para vivir un nuevo capítulo de libertad, donde los ciudadanos puedan tomar decisiones libres y racionales acerca de quién y cómo gobierna.

Finalmente, estamos aquí quienes tendremos el privilegio de hacer valer la promesa, tantas veces traicionada, de que es la democracia la única alternativa de cambio dentro de la paz y bajo la confianza pública.

Los individuos y las fuerzas democráticas en Chiapas tenemos una misión en esta época: nuestra elección será la puntilla con la que acabaremos con una de las peores características del antiguo régimen que hoy despedimos: el contubernio entre la monarquía presidencial del centro y el cacicazgo estatal  priista.

Esta próxima elección es única en el contexto nacional. Esto a nadie escapa. Por un lado, porque en una última de sus triquiñuelas, como el mago que saca el conejo del sombrero, el gobierno priista  decidió postergar la elección local a fin de que no coincidiera con la elección nacional.

Mientras que la transformacion política producto de la alternancia del 2 de julio se ha completado en la mayoría de las entidades del país, en Chiapas el antiguo régimen puso en práctica su última trampa: desestimar la elección local demorándola. Del mismo modo en que el dinosaurio no quería despertar a la nación democrática, el priismo chiapaneco atrasó el minutero político del estado. Su esperanza era que una victoria nacional del PRI les permitiera salvarse por la vía del fraude abierto, la compra de votos y la coacción de los electores. Menuda sorpresa se llevaron: la nación optó por el cambio de manera apabullante y entregó a los partidos de la antigua oposición no sólo el control del gobierno federal, sino la mayoría efectiva de las cámaras de diputados y senadores de la República.

Hoy el panorama no podría ser mejor para la Alianza por Chiapas: en la elección federal recién ocurrida, unidas sus fuerzas ganaron la mayoría absoluta de los votos en el Estado. En agosto no sólo refrendaremos esa mayoría. Bajo nuevas condiciones nacionales, la elección en Chiapas será, ni más ni menos, que la prueba de fuego de que en México, en efecto, hemos vivido la transición a la democracia.

Somos y seremos el campo de batalla en donde se debe probar que la elección del 2 de julio no sólo fue un cambio de gobernantes. Somos y seremos la prueba de que en México vivimos un cambio de régimen político. Pues habrá que decirlo con toda la responsabilidad que esto implica: para nosotros, y desde Chiapas, no hay ambigüedad alguna frente a la importancia de la alternancia política. La continuación del régimen priista nacional significaba para Chiapas la extensión de una situación intolerable: el fomento desde el poder de la violencia y el chantaje político, la perpetuación de una política de falsa negociación y traición a los compromisos firmados, la continuidad en la xenofobia, en la persecución religiosa y en los racismos oficiales; y la instrumentación cínica de una guerra de baja intensidad a cambio de las ventajas políticas que esta representa; y también por el cínico cálculo de las oportunidades de corrupcíón que un estado en crisis y ocupación militar permanente le promete a sus políticos y caciques deshonestos.

Por todo ello, para nosotros, la alternancia es más que un triunfo. Para los integrantes de la Alianza por Chiapas ver al PRI fuera de los Pinos fue motivo digno de celebración, porque en Chiapas la derrota del partido de Estado tiene un valor añadido: que desapareciera la monarquía presidencial y su complicidad con el cacique gobernador era el requisito para reconstruir nuestro estado, para acceder a la reconciliaciòn y detener una política de exterminio y fraticidio. En Chiapas la alternancia es cuestión de sobrevivencia. En Chiapas, el valor de la alternacia es idéntico al de la paz.

Permítanme explicar el sentido de mis palabras. El 2 de julio no fue tan sólo la fecha en que el PRI, su corrupción, su vacío de ideas e intereses oscuros, perdieron la elección presidencial y la mayoría aplastante en las cámaras. El 2 de julio fue, ante todo, la victoria del pueblo votante. Los ciudadanos demostraron lo que por generaciones parecía una quimera: la fuerza legal del voto fue capaz de derrumbar a la dictadura priista.

Fidel Velazquez solía decir que los priistas habían tomado el poder a balazos y que, por tanto, sólo a balazos lo podrían perder. Se equivocaba: la dictadura del PRI murió el día en que la ciudadanía confió por fin en la capacidad transformadora y radical de su decisión ante las urnas. Fue la victoria de las mujeres y hombres comunes contra la arrogancia de la clase política más corrupta y mañosa del planeta. El 2 de julio fue la prueba de que al PRI no lo iban a derrotar las bayonetas y las balas. Al PRI lo enterró un ejército de ciudadanos cruzando boletas. El 2 de julio fue la demostración de algo que quizá hace unos años era cuestionable: sólo la democracia, y no las armas, habrían de derrumbar al sistema de la dictadura presidencial.

No obstante sería un error pensar que el  2 de julio ya logró todo su cometido. Es cierto, nos hemos librado del partido de Estado comandado desde los Pinos, pero aún tenemos enfrente al partido de los caciques de los estados, al partido de los intereses inconfesables, al partido de los grupos armados paraestatales, al partido de la mentira y el engaño multitudinario. No puede asumirse que, por no tener la presidencia, los sectores más violentos y corruptos del sistema habrían de irse a su casa. Por el contrario, buscarán a toda costa, hoy lo vemos, enquistarse en los cacicazgos.

Intentarán recuperar su dominio absoluto en Chiapas. Buscarán ganarse su sobrevivencia en los poderes locales a sangre y fuego y a costa de la libertad y la vida de la población.

Esa es la razón por la cual en nuestro estado la oposición en su conjunto haya optado por esta gran alianza electoral. Tampoco en esto hay para los chiapanecos la más mínima duda, la más mínima ambigüedad. La situación de nuestro estado es de excepción. Y a una situación de excepción, le corresponden medidas excepcionales. La alianza es esa medida excepcional a la altura de un desastre social provocado por el despotismo. Los que integramos la alianza en Chiapas no hemos borrado nuestras diferencias de ideas y de proyectos de nación, no hemos traicionado nuestras afinidades con otros individuos y corrientes en la República, no nos hemos hecho ilusiones acerca de lo mucho que queda por debatir entre nosotros.

Pero todas esas cuestiones parecen anecdóticas frente al hecho brutal que la dictadura priista produjo en nuestra entidad, ante el hecho brutal de la violencia instigada desde el poder, ante el hecho contundente de la ausencia de derechos, ley, justicia y decencia. En Chiapas estamos hoy unidos porque queremos crear las condiciones de la competencia política futura. Luchamos juntos porque no encontramos un clima de tolerancia, respeto y legalidad que haga posible y útil que expresemos nuestras diferencias de ideas y proyectos. Luchamos hoy juntos por el derecho político básico que el PRI nos arrebató: el derecho de poder debatir y contender mañana.

Pues el caso de Chiapas es el de una paradoja histórica. No es suficiente decir que en este estado se expresan los anacronismos de la injusticia colonial y el racismo de siglos. No es el pasado remoto el que nos ha convertido en el ejemplo más desgarrador de la injusticia en México. La verdad brutal es que somos el futuro que el PRI le tenía preparada a la República entera: esta desigualdad extrema que condena a la muerte a los niños de los indígenas y los campesinos, esta indiferencia absoluta frente a las causas de los pobres, esta explotación sin límite de una clase política que entiende la globalización como la oportunidad para ingresar en la lista de los millonarios de Forbes, este atropello constante de los derechos electorales y ciudadanos, esta injerencia absolutista del centro en la política estatal, esta incitación a la división religiosa, comunitaria, cultural y a la intolerancia; todo esto era el futuro que la eventual continuidad de la dictadura priista le deparaba a la nación en su conjunto. La alternancia política es la carta que los ciudadanos ejercen para cancelar al destino de una tragedia histórica. La alternancia política es la herramienta con la que en Chiapas se labrará un futuro distinto al que le tenía preparado el despotismo del PRI.

Por sobre todo, la alternancia es el instrumento necesario para borrar de nuestra vida política la esclavitud del clientelismo. El PRI no sólamente era el partido financiado, dirigido, manipulado y hasta traicionado desde la oficina presidencial y por los ejecutivos estatales. El PRI es el instrumento mediante el cual los ciudadanos viven bajo el terror de perder los beneficios o ayudas del Estado si votan o militan en partidos diferentes, o en el colmo del autoritarismo en aquellas facciones que dentro del PRI no se someten automáticamente a la voluntad y capricho del mandatario. La clave del poder priista es propiciar la pobreza para luego atar a los pobres al supuesto beneficio de los programas de ayuda priista condicionados a la sumisión política. Todos sabemos el servilismo que el PRI exige de cada uno de nosotros: los obreros tienen que sostener al lìder que los engaña para preservar un empleo mal remunerado; los campesinos tienen que votar por un presidente municipal que los explota porque de otro modo pierden las ayudas de los programas como PROGRESA o PROCAMPO; el burócrata debe ayudar a que el funcionario vacie las arcas públicas pues no hay otro modo de preservar el empleo sino es colaborando con la corrupciòn.

Se trata de un poder perverso: el PRI gana votos en la medida en que oprime y castiga a sus propios clientes, se gana obediencia maltratando a sus servidores, mantiene a sus bases para constantemente negarles el derecho de escoger a sus lìderes. Si el PRI había ganado las elecciones es porque encontró el modo de fomentar la pobreza para ganarse súbditos.

El pasado 2 de julio los ciudadanos demostraron que bastaba con que se percataran que el PRI carece de amenaza efectiva contra su voto para que el sistema que parecía indestructible se derrumbara. Los ciudadanos descubrieron que podían votar contra el PRI sin decirlo ya ni digamos a sus líderes corruptos, ni siquiera a las encuestas. Los ciudadanos demostraron cómo el poder absoluto del PRI es, como el nuevo traje del emperador del cuento, una alucinación colectiva.

Esta forma súbita, brutal, instantánea en que el PRI pierde la varita mágica de su poder total sobre la nación debe al mismo tiempo hacernos ver lo que significará la transición en términos de la reincorporación de un número altísimo de organizaciones e individuos hasta ahora presas del PRI, a la vida ciudadana y las libertades. Todos sabemos cómo la transición mexicana a la democracia ha tenido lugar, entre otras cosas, gracias a la rebelión de grupos de ex-priistas quienes llegaron a la conclusión que era imposible domesticar al dinosaurio.

La antigua oposición es muestra viva de lo que significa la disgregación del priismo: implica la oportunidad de ciudadanos y organizaciones no sólo para cambiar de partido, sino para cambiar de actitudes, valores y cultura polìtica. Es un hecho que la alternancia sólo puede llevar a agudizar este proceso en que los antiguos priistas, libres del yugo presidencial, del temor de perder su trabajo, de la dictadura del lìder charro sindical, dan muestras de ser y saber ser ciudadanos, de creatividad democrática, de capacidad de reflexión pública. El fin del partido de Estado abre la posibilidad de que el proceso de diáspora priista se intensifique. Nosotros, quienes construiremos mañana las nuevas mayorías democráticas, debemos saber entender que los antiguos ex priistas no son el PRI: de hecho son ciudadanos que, como nosotros otro día, hemos vivido bajo el régimen de terror del aparato del Estado, amordazados en nuestra opinión, perpetuamente amenazados con perder nuestro trabajo, los beneficios sociales a los que tenemos derecho y ver truncada nuestra carrera o el porvenir de nuestros hijos. La alternancia va a suponer que más y más ciudadanos le darán la espalda al PRI, y mas militantes ex priistas reconozcan que su alternativa política está en otros partidos. Este candidato y esta alianza están abiertos y ya trabajando con los miles de chiapanecos, mujeres y hombres que en algún momento creyeron encontrar en el PRI un espacio legítimo y efectivo para la transformación, el desarrollo y el bienestar en nuestro estado. Sería un gran error que adoptáramos una posición sectaria y rechazáramos a quienes van rompiendo en el proceso con el aparato de control del PRI. Pero al mismo tiempo exigimos a los que rompan con el dominio priista demostrar un cambio de valores y actitudes, es decir, demostrar con hechos su disposición a trabajar bajo, por y para la democracia.

 La alternancia debe ser para nosotros la oportunidad para derruir el poder corporativo del PRI en su sentido más amplio. ¿Qué es, sin el apoyo total de la presidencia o la gubernatura, el líder charro sindical o el cacique agrario? ¿Qué es hoy, por ejemplo, la otrora invencible CTM sino una estructura derrumbándose y en proceso de desmantelamiento? La alternancia debe ser tomada por las fuerzas democráticas como la oportunidad para también provocar la desagregaciòn de sindicatos y organizaciones del dominio priista. La alternancia es la oportunidad para conseguir la libertad sindical y de asociaciòn. Alternancia significa que no haya más pseudolíderes sociales, más interesados en nutrir su bolsillo que en mejorar las condiciones de vida y trabajo de sus afiliados. En esa dirección el movimiento democrático tiene hoy un deber ineludible: aprovechar la herida de muerte del PRI para rescatar sindicatos, organizaciones campesinas y agrupaciones políticas de sus falsos líderes y regresarlos a la sociedad.
Por todo esto, hoy estamos llamados a ser los protagonistas del urgente cambio que nuestro estado nos reclama. Nuestra lucha es por el triunfo de la esperanza, por la valentía y la honestidad imprescindibles para hacer posible la libertad plena entre los ciudadanos, la transparencia de las organizaciones sociales y por el arribo de una paz digna y justa para estas sufridas tierras.

Ha hecho bien, muy bien, el presidente electo Vicente Fox en prometer que su gobierno tendrá como prioridad el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés, el establecimiento de negociaciones limpias con la dirigencia del EZLN, la búsqueda de la reconciliación y la paz en Chiapas. La Alianza tiene hoy dos objetivos en la mira: el primero es derrotar al monstruo de mil cabezas, al priismo caciquil en Chiapas. El segundo es ser al mismo tiempo el agente y garante de que esa promesa, la de la paz y la de la reconciliación, se haga efectiva.

Por eso defender el voto de los chiapanecos en agosto no es únicamente el deber, que es bastante, de garantizar la efectividad del sufragio. Cuidar el voto, amarrar la victoria, derrotar al PRI en lo que hasta ahora ha sido su circo provinciano, será crear las condiciones para la esperanza no sólo en Chiapas, sino en la nueva sociedad democrática que hoy nace. Para nosotros no se trata de nada menos que esto: la democracia también llegará a Chiapas, y con ella la confianza y la esperanza.
Compañeras y compañeros de la Alianza por Chiapas:

Llevamos ya más de 500 días de campaña para cambiar a Chiapas. Parece poco pero son ya 17 meses de visitas, encuentros, recorridos y reuniones por todo el estado.
En este tiempo prácticamente hemos visitado todos los municipios del espacio político chiapaneco. Lo hemos hecho con los exiguos recursos que hemos podido obtener del generoso apoyo de quienes en verdad aman esta tierra: sus ciudadanos y ciudadanas libres.

Los resultados están a la vista: somos hoy la nueva mayoría que gobernará Chiapas los próximos seis años. De eso no hay duda. Lo sabemos nosotros y lo saben también nuestros adversarios.

Hay un ánimo de triunfo instalado por todos lados. Se puede percibir en los rostros de miles y miles de mujeres y hombres, jóvenes y viejos que nos saludan, nos apoyan y nos acompañan en nuestros recorridos.

¡Por primera vez en la historia moderna de Chiapas el triunfo electoral está al alcance del pueblo! Es algo que se comenta todos los días por doquier y está en boca de todos: la Alianza por Chiapas ganará las elecciones de gobernador este próximo 20 de agosto.
Sin embargo, no nos debemos confiar. Para amarrar este triunfo debemos hacer un esfuerzo adicional. Estamos ya en la recta final. Nos queda un mes de campaña, tiempo suficiente para sumar a este proyecto a quienes todavía hoy no se han convencido; para asegurar que quienes el 2 de julio votaron por los partidos de la Alianza, lo vuelvan a hacer y que ahora lo hagan acompañados de más ciudadanas y ciudadanos; y para prepararnos para cuidar que los enemigos de la democracia en Chiapas no puedan hacer trampa.

Por eso hoy, con la confianza y el compañerismo que hemos sabido cultivar a lo largo de todo este tiempo, les quiero pedir que este último mes redoblemos el trabajo con las siguientes actividades:

· Debemos continuar e intensificar nuestros recorridos de campaña por todo el estado. Debemos hacerlo con renovada inteligencia y con una gran precisión a partir de un riguroso análisis de la geografía electoral que dejó el 2 de julio. Esa será la tarea primordial que me corresponderá como candidato de esta Alianza.

· Tenemos que reforzar nuestro trabajo político en aquellos lugares en los que triunfamos el 2 de julio. Recordemos que a mayor número de votos en las zonas urbanas mayor será la dificultad para que el PRI revierta nuestro triunfo. Por esa razón, en siete de los doce distritos que ganamos en las pasadas elecciones debemos asegurar los votos obtenidos y promover la participación en las urnas de muchísimos más ciudadanos que estén a favor del cambio. Esta es una tarea de todos y cada uno de los integrantes de la Alianza por Chiapas. En consecuencia, visitar casas, repartir volantes, hacer llamadas telefónicas, difundir la campaña en las sobremesas y en las conversaciones del trabajo, entre otras, debemos verlas como actividades que nos harán triunfar el 20 de agosto.

· Debemos también ganar adeptos entre aquellos que el 2 de julio, por temor y desconocimiento, volvieron a votar por el PRI. Por lo tanto, deberá formar parte de nuestras actividades prioritarias trabajar en todos aquellos municipios y secciones en los que la intimidación, coacción y compra de votos todavía rindieron frutos.
· Debemos además buscar acercamientos con miembros del PRI, incluso con instancias municipales de ese partido, con el propósito de sumarlos al esfuerzo democrático emprendido por esta Alianza.

· Adicionalmente, tenemos que multiplicar nuestro trabajo con todo lo que tengamos a nuestro alcance. Presidentes municipales, legisladores locales y federales, regidores, excandidatos a diputados y senadores, dirigentes estatales y nacionales, todos y cada uno tienen una tarea que cumplir para desdoblar la campaña y poder cubrir con visitas y recorridos todo el territorio chiapaneco.

· De la misma forma, hemos hecho un diagnóstico pormenorizado de lo que pasó en cada una de las casillas el 2 de julio que nos permitirá proponer a los observadores internacionales, nacionales y locales y a la prensa que vendrá a cubrir las elecciones del 20 de agosto, rutas precisas de observación electoral.

· Por último, debemos garantizar: que nuestros representantes ante los órganos estatal y distritales electorales cumplan regularmente con sus responsabilidades y que su participación en ellos responda a una planeación estratégica; que todas las casillas sean vigiladas por nuestros representantes y que estos estén bien capacitados; que el día de la jornada electoral los resultados fluyan y sean capturados con rapidez para poderlos dar a conocer con oportunidad; y que nuestros equipos de abogados tengan suficientemente preparada la defensa jurídica de nuestro triunfo.

Para discutir estos y otros puntos es que han sido convocados a esta reunión. Con los acuerdos a los que lleguemos el día de hoy vayámonos a trabajar toda la semana que viene en cada uno de nuestros municipios y distritos para que el sábado 22 y domingo 23 de julio realicemos asambleas municipales de la Alianza por Chiapas en todo el estado, que a la vez que nos permitan medir resultados y hagan posible aprobar planes de trabajo para los días que restan de la campaña electoral.
Compañeras y compañeros:

Vayamos con los ciudadanos a anunciar las posibilidades que se abren. Que emitan su voto libremente, que cuiden las casillas y el conteo de los sufragios, que liberen las conciencias de sus amigos, familiares, vecinos y hermanos, que tomen pues en sus manos la conducción de sus destinos.

Quiero concluir esta intervención pidiéndoles a todos ustedes que hagamos un llamado a todos los chiapanecos que hoy dubitan su voto, que son sometidos a presiones sin número, a la coacción y las amenazas. Convoquémoslos a que contribuyan con esta hermosa empresa haciendo todos la tarea que les corresponde.

A los empleados públicos tenemos que pedirles que voten en conciencia y en libertad, y decirles que pueden estar seguros que esta vez no habrá represalias en su contra, ni pondrán en riesgo su trabajo.

A los campesinos afiliados a las organizaciones oficiales vayamos a comunicarles que el 2 de julio el PRI perdió la Presidencia de la República y que en Chiapas el PRI es minoría frente a la Alianza. Que sepan que al votar por nosotros tienen asegurado los apoyos sociales a los que tienen derecho.

A los trabajadores de las centrales obreras digámosles que la elección del 2 de julio abrió el camino de la libertad y que el 20 de agosto su voto a favor del cambio favorecerá la democratización y saneamiento de sus organizaciones gremiales.
Amigos y amigas de la Alianza por Chiapas:

Vamos todos juntos este 20 de agosto a hacer realidad el sueño que imaginamos un día de febrero de 1999 a la sombra de esa grandiosa ceiba en Soyaló.

Por eso hoy, como ayer, les pido que renovemos todos el compromiso hecho aquel hermoso domingo: concluyamos ya la edificación que nos permita devolverle al pueblo lo último que un gobierno tiene derecho a quitarle: el derecho a la esperanza.

Nuevamente Chiapas se convierte en piedra medular del acontecer político nacional.