La mujer chiapaneca: La otra mitad de la Esperanza.

2/12/2015 06:43:00 a. m. 0 Comments

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas;
8 de marzo de 1999.

Palabras pronunciadas por el
Senador Pablo Salazar Mendiguchía,
alusivo al "Día Internacional de la Mujer”

Mujeres, amigas todas; querida madre, querida esposa y queridas hijas:

Agradezco a todas su respuesta a mi invitación, para compartir hoy, con ustedes, un espacio de reflexión, de diálogo y propuesta.

No quise dejar pasar por alto esta fecha, 8 de marzo, día internacional de la mujer, en esta tierra de mujeres de luz como Rosario Castellanos, como muchas que se encuentran hoy compartiendo esta mesa, o como otras que desde sus hogares, sus espacios de trabajo, sus comunidades, sus fogones y sus parcelas, siguen alentando a la vida a este gran pueblo de Chiapas.

Por eso, hoy quiero dirigirme a las mujeres chiapanecas, la otra mitad de la esperanza.

Es menester señalar que las grandes crisis que hemos padecido durante las últimas décadas, han obligado a nuestras sociedades a transformar sus estilos de vida, resultando afectados nuestros patrones económicos, culturales y sociales.

Los ajustes económicos y la tendencia del estado hacia una economía global, han redundado en un crecimiento de la población en pobreza en nuestro país. Con esta política económica, los sectores populares han sufrido la reproducción ampliada en extensión y profundidad de su constante deterioro.

Es decir, que la gran aportación de nuestros últimos gobiernos ha sido el incremento del número de pobres y la agudización de sus condiciones de vida.

De acuerdo a un estudio elaborado recientemente por el Doctor Julio Boltvinik, prestigiado investigador Del Colegio de México, el 90 por ciento de los chiapanecos viven en extrema pobreza; término eufemístico con el que ahora se ha rebautizado a la miseria. Tomando en consideración que la población de nuestro estado asciende a un poco más de 3 millones y medio de habitantes, se deriva que solamente 350 mil no son pobres extremos, sin que eso signifique que necesariamente sean ricos.

Nuestro estado, reflejo de las situaciones más apremiantes de México, con un pasado de profunda pobreza y marginación, no sólo en el sentido económico, sino también humano, incrustado en una relación desigual entre centro y sur, entre desarrollo y pobreza, ha resentido en mayor medida los ajustes de la economía.

Aunque parezca imposible, aún dentro de la pobreza, existen grupos sociales donde la marginación y la exclusión son mayores, uno de estos grupos es el de las mujeres. Es el caso de las niñas, cuya desnutrición es superior a la que presentan los niños.

También dentro de la población desprotegida en términos alimenticios se encuentran las adolescentes, las mujeres embarazadas, las mujeres de las familias refugiadas, las mujeres indígenas y las ancianas.

De la misma manera, en Chiapas un alto porcentaje de las niñas de 6 a 14 años de edad no asiste a la escuela. Estos porcentajes son más elevados en niñas indígenas.

De igual modo, son las mujeres quienes más resienten la carencia de infraestructura y servicios básicos, principalmente en el medio rural, ya que aumentan las cargas y los tiempos de trabajo.

Asimismo, el fenómeno de la violencia intrafamiliar, física o psicológica, tiene como principal víctima a la mujer.

En cuanto a la mortalidad materna Chiapas presenta una de las mayores tasas en el nivel nacional; ésta se halla estrechamente vinculada a las condiciones de vida de las mujeres, de hecho es parte de la llamada patología de la pobreza.

Como resultado de la crisis de las familias, de la ausencia de medios efectivos de educación, se presentan los embarazos en adolescentes, los matrimonios precoces y el incremento de madres solteras o en situación de abandono.

Cada vez es mayor el número de mujeres en condición de jefas de familia, lo que implica un mayor número de familias fracturadas, de hogares sin hombres con quien compartir la responsabilidad familiar.

La inserción de las mujeres en el mercado de trabajo se da de manera desventajosa, ya que históricamente no se le ha dotado de las capacidades para competir laboralmente desde un plano equitativo.

La exclusión de las mujeres de los espacios públicos y en la vida política, es un indicador que no requiere mayores análisis, basta dar una mirada rápida por las curules del Congreso del Estado, por los ayuntamientos y cabildos, o por los cargos directivos de nuestras instituciones públicas, para notar la gran ausencia.

Actualmente no hay una sola mujer ocupando un cargo de relevancia en el gabinete estatal, las únicas dos que tenían responsabilidades como secretarias de Estado fueron sustituidas por hombres.

Si en Chiapas tuviéramos que hacer honor al porcentaje de mujeres que conforman nuestra población, la mitad del gabinete, por lo menos, debería de estar integrado por mujeres. Y vaya que en nuestro estado las tenemos, y por cierto, muy inteligentes.

El reconocimiento de las desventajas y lamentables carencias que enfrentan las mujeres, me obliga a formularme las siguientes preguntas:

¿Podemos hablar de desarrollo y justicia cuando en los planes y programas de gobierno se excluye a las mujeres?

¿Tenemos derecho a hablar de bienestar cuando son las mujeres y las niñas quienes resienten con mayor crudeza el impacto de la pobreza?

¿Se puede hablar de un Chiapas nuevo cuando las mujeres de nuestros pueblos indios cargan con el pesado lastre de la triple marginación que les representa ser pobres, ser indígenas y ser mujeres?

¿Se vale hablar de modernidad cuando todavía en Chiapas, otra vez las mujeres indígenas ven morir a sus hijos por falta de acceso a los servicios de salud o cuando ellas mismas mueren al dar a luz?

¿Podemos hablar de Estado de derecho en una sociedad que castiga la ignorancia y la pobreza, y en la que las mujeres no gozan a plenitud del ejercicio de los derechos humanos más elementales?

¿Podemos los chiapanecos y las chiapanecas recuperar el derecho a la esperanza de un futuro mejor y más digno?

¿Tenemos la suficiente fuerza para aceptar que cualquier realidad, por difícil que parezca, es modificable?

Déjenme, por favor, sólo por unos minutos decirles lo que pienso:

Hace escasos 22 días en mi pueblo natal: Soyaló, anuncié una de las decisiones políticas más importantes de mi vida. Al hacerlo, me permití compartir con los ahí presentes y con los que me escuchaban por la radio, un análisis de lo que en mi opinión y en la de muchos paisanos nuestros, representan las últimas tres décadas de gobierno en Chiapas.

Mi conclusión fue y sigue siendo que, ante el fracaso estrepitoso de los grandes planes y programas de gobierno instrumentados en este largo tramo, la característica de los gobiernos interinos, sustitutos y provisionales que hemos padecido, salvo honrosas excepciones, ha sido la improvisación.

No solamente hemos cedido a la federación la capacidad de conducir los destinos de nuestro estado, sino que se le ha negado a la sociedad un proyecto de futuro. Ninguno de nosotros, de ustedes, sabemos exactamente cual es la estrategia, cual es el rumbo y cual es el puerto al que nuestros gobernantes quieren llevarlo.

En el penúltimo informe de gobierno del Presidente Zedillo, se dijo a todo el país que la situación económica que tanto nos ha lastimado, tardará en mejorar por lo menos veinte años o más. En pocas palabras, se nos está diciendo que una generación completa de mexicanos ha perdido la esperanza de un futuro mejor. Esta dramática sentencia, junto a otras realidades locales, me han llevado a afirmar desde el pasado 14 de febrero, que lo último que un gobierno puede arrebatarle a su pueblo, es el derecho a la esperanza.

Fue a partir de esta comprensión que he venido hablando con hombres y mujeres de Chiapas de todas las regiones, confesiones, filiaciones políticas y condiciones sociales, sobre la necesidad de construir entre todos una nueva visión, un proyecto de esperanza que nos permita, sin exclusiones, transformar la dolorosa realidad que nos agobia.

Cuando les hablo en esta mañana de la necesidad de recuperar la esperanza para Chiapas, no estoy rindiendo culto al futuro, les estoy hablando a quienes representan la fortaleza de este proyecto, del ahora y el aquí, porque tener esperanza significa estar presto en todo momento para lo que todavía no nace; no a la espera pasiva, sino a la disposición interna para actuar.

La esperanza no es predecir el futuro, sino la visión del presente en un estado de gestación, y sé muy bien que la mayoría de las que me están escuchando en esta mañana, comprende lo que ese proceso significa.

Queridas amigas:

En su día –aunque pareciera el momento menos propicio- le he hecho un rápido pero doloroso recuento de las insuficiencias que las mujeres padecen. Estoy obligado por tanto, a imaginar junto a ustedes y con ustedes, respuestas para lograr las transformaciones de fondo que anhelamos.

En Chiapas, todos los temas nos dividen y desde hace mucho cualquier iniciativa nos polariza. Mientras no aprendamos a caminar juntos, con verdadero sentido de equidad, no podremos construir la sociedad que soñamos para nuestros hijos.

Me parece que hay algunas acciones concretas con las que podemos comenzar y me pongo a sus órdenes:

Una de las formas de revertir las tendencias de la feminización de la pobreza, del impacto de las políticas de ajuste económico sobre las mujeres y sus familias, es exigiendo a nuestras autoridades tanto el cumplimiento de los mandatos constitucionales como el de los compromisos internacionales, particularmente en materia de derechos humanos y derechos de las mujeres y las niñas.

Tenemos que luchar en todos los campos por hacer efectiva la protección jurídica de la mujer, para prevenir y sancionar la violencia de que es objeto, y el abandono de responsabilidades de los jefes de familia.

Es una alta prioridad atender las cuestiones de salud, y precisamente la salud reproductiva de niñas y mujeres, fundamentalmente en las áreas donde la marginación y la exclusión social presentan su rostro más amargo.

Atendiendo a la necesidad creciente de ingreso y de desarrollo laboral de las mujeres, buscaremos las formas para que su inserción en el mercado laboral o productivo se dé con equidad, rompiendo con la segregación ocupacional.

Con el impulso de una educación amplia, desde el aula y la comunidad tendremos que formar ciudadanos y ciudadanas respetuosos de las diferencias de género, étnicas, de credos y de opciones de vida.

También a través de la educación habremos de reducir los embarazos en las niñas, los matrimonios entre niños. Por tanto, deberán buscarse estímulos y formas de inducir una mayor participación de las niñas en el sistema educativo escolarizado.

Tenemos que fortalecer las instituciones públicas encargadas de atender desde diversos ámbitos a la mujer, dotándolas de capacidades humanísticas y técnicas, para responder con oportunidad, calidad y calidez, a las demandas y necesidades más urgentes de la población femenina.

Es necesario promover leyes, políticas, programas y proyectos estatales con una perspectiva de género, éste es mi compromiso.

Desde las instituciones académicas, principalmente de educación superior, alentaremos la investigación y estudios sobre género, para contribuir al conocimiento de nuestras sociedades, y para tener bases sobre las cuales promover políticas públicas.

Con la participación de las mujeres de la sociedad civil, profesionistas, amas de casa, empresarias, comerciantes, intelectuales, estudiantes, con las del campo y las de las ciudades, con las indígenas, en un intenso diálogo que hoy inicia, construiremos un proyecto de gobierno horizontal, incluyente, equitativo, justo y digno.

Les propongo en este día de tan especial significado, que haciendo de lado diferencias partidarias, religiosas, económicas, sociales y de cualquier otra índole, se organicen para celebrar la primera Convención Estatal de la Mujer de la que resulte el mejor programa de acción a favor de las mujeres chiapanecas, y que sean ustedes las que indiquen al próximo gobierno cómo y con quiénes hay que ejecutar el mandato que resulte de esa gran convención.

Para hacer posible la realización de ese magno evento, me pongo a las órdenes de ustedes y junto conmigo, un equipo de talentosas mujeres que me están ayudando a construir este nuevo proyecto democrático de cambio para Chiapas.

Como aspirante a encabezar el primer gobierno del nuevo milenio en Chiapas, manifiesto desde ahora mi compromiso de gobernar con mujeres y asumir cabalmente los resolutivos de la convención que les propongo. A las mujeres de Chiapas aquí representadas, les digo abiertamente y sin reserva alguna, que aspiro a ser su candidato, el candidato de la otra mitad de la esperanza.

Hoy, las invito a que caminemos juntos.

Las convoco a formar parte del Movimiento de la Esperanza.