La mujer chiapaneca: La otra mitad de la Esperanza.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas;
8 de marzo de 1999.
Palabras pronunciadas por el
Senador Pablo Salazar Mendiguchía,
alusivo al "Día Internacional de la
Mujer”
Mujeres, amigas todas; querida
madre, querida esposa y queridas hijas:
Agradezco a todas su respuesta a mi
invitación, para compartir hoy, con ustedes, un espacio de reflexión, de
diálogo y propuesta.
No quise dejar pasar por alto esta
fecha, 8 de marzo, día internacional de la mujer, en esta tierra de mujeres de
luz como Rosario Castellanos, como muchas que se encuentran hoy compartiendo
esta mesa, o como otras que desde sus hogares, sus espacios de trabajo, sus
comunidades, sus fogones y sus parcelas, siguen alentando a la vida a este gran
pueblo de Chiapas.
Por eso, hoy quiero dirigirme a las mujeres
chiapanecas, la otra mitad de la esperanza.
Es menester señalar que las grandes
crisis que hemos padecido durante las últimas décadas, han obligado a nuestras
sociedades a transformar sus estilos de vida, resultando afectados nuestros
patrones económicos, culturales y sociales.
Los ajustes económicos y la
tendencia del estado hacia una economía global, han redundado en un crecimiento
de la población en pobreza en nuestro país. Con esta política económica, los
sectores populares han sufrido la reproducción ampliada en extensión y
profundidad de su constante deterioro.
Es decir, que la gran aportación de
nuestros últimos gobiernos ha sido el incremento del número de pobres y la
agudización de sus condiciones de vida.
De acuerdo a un estudio elaborado
recientemente por el Doctor Julio Boltvinik, prestigiado investigador Del
Colegio de México, el 90 por ciento de los chiapanecos viven en extrema
pobreza; término eufemístico con el que ahora se ha rebautizado a la miseria.
Tomando en consideración que la población de nuestro estado asciende a un poco
más de 3 millones y medio de habitantes, se deriva que solamente 350 mil no son
pobres extremos, sin que eso signifique que necesariamente sean ricos.
Nuestro estado, reflejo de las
situaciones más apremiantes de México, con un pasado de profunda pobreza y
marginación, no sólo en el sentido económico, sino también humano, incrustado
en una relación desigual entre centro y sur, entre desarrollo y pobreza, ha
resentido en mayor medida los ajustes de la economía.
Aunque parezca imposible, aún dentro
de la pobreza, existen grupos sociales donde la marginación y la exclusión son
mayores, uno de estos grupos es el de las mujeres. Es el caso de las niñas,
cuya desnutrición es superior a la que presentan los niños.
También dentro de la población
desprotegida en términos alimenticios se encuentran las adolescentes, las
mujeres embarazadas, las mujeres de las familias refugiadas, las mujeres
indígenas y las ancianas.
De la misma manera, en Chiapas un
alto porcentaje de las niñas de 6 a 14 años de edad no asiste a la escuela.
Estos porcentajes son más elevados en niñas indígenas.
De igual modo, son las mujeres
quienes más resienten la carencia de infraestructura y servicios básicos,
principalmente en el medio rural, ya que aumentan las cargas y los tiempos de
trabajo.
Asimismo, el fenómeno de la
violencia intrafamiliar, física o psicológica, tiene como principal víctima a
la mujer.
En cuanto a la mortalidad materna
Chiapas presenta una de las mayores tasas en el nivel nacional; ésta se halla
estrechamente vinculada a las condiciones de vida de las mujeres, de hecho es
parte de la llamada patología de la pobreza.
Como resultado de la crisis de las
familias, de la ausencia de medios efectivos de educación, se presentan los
embarazos en adolescentes, los matrimonios precoces y el incremento de madres
solteras o en situación de abandono.
Cada vez es mayor el número de
mujeres en condición de jefas de familia, lo que implica un mayor número de
familias fracturadas, de hogares sin hombres con quien compartir la
responsabilidad familiar.
La inserción de las mujeres en el
mercado de trabajo se da de manera desventajosa, ya que históricamente no se le
ha dotado de las capacidades para competir laboralmente desde un plano equitativo.
La exclusión de las mujeres de los
espacios públicos y en la vida política, es un indicador que no requiere
mayores análisis, basta dar una mirada rápida por las curules del Congreso del
Estado, por los ayuntamientos y cabildos, o por los cargos directivos de
nuestras instituciones públicas, para notar la gran ausencia.
Actualmente no hay una sola mujer
ocupando un cargo de relevancia en el gabinete estatal, las únicas dos que
tenían responsabilidades como secretarias de Estado fueron sustituidas por
hombres.
Si en Chiapas tuviéramos que hacer
honor al porcentaje de mujeres que conforman nuestra población, la mitad del
gabinete, por lo menos, debería de estar integrado por mujeres. Y vaya que en
nuestro estado las tenemos, y por cierto, muy inteligentes.
El reconocimiento de las desventajas
y lamentables carencias que enfrentan las mujeres, me obliga a formularme las
siguientes preguntas:
¿Podemos hablar de desarrollo y
justicia cuando en los planes y programas de gobierno se excluye a las mujeres?
¿Tenemos derecho a hablar de
bienestar cuando son las mujeres y las niñas quienes resienten con mayor
crudeza el impacto de la pobreza?
¿Se puede hablar de un Chiapas nuevo
cuando las mujeres de nuestros pueblos indios cargan con el pesado lastre de la
triple marginación que les representa ser pobres, ser indígenas y ser mujeres?
¿Se vale hablar de modernidad cuando
todavía en Chiapas, otra vez las mujeres indígenas ven morir a sus hijos por
falta de acceso a los servicios de salud o cuando ellas mismas mueren al dar a
luz?
¿Podemos hablar de Estado de derecho
en una sociedad que castiga la ignorancia y la pobreza, y en la que las mujeres
no gozan a plenitud del ejercicio de los derechos humanos más elementales?
¿Podemos los chiapanecos y las chiapanecas
recuperar el derecho a la esperanza de un futuro mejor y más digno?
¿Tenemos la suficiente fuerza para
aceptar que cualquier realidad, por difícil que parezca, es modificable?
Déjenme, por favor, sólo por unos
minutos decirles lo que pienso:
Hace escasos 22 días en mi pueblo
natal: Soyaló, anuncié una de las decisiones políticas más importantes de mi
vida. Al hacerlo, me permití compartir con los ahí presentes y con los que me
escuchaban por la radio, un análisis de lo que en mi opinión y en la de muchos
paisanos nuestros, representan las últimas tres décadas de gobierno en Chiapas.
Mi conclusión fue y sigue siendo
que, ante el fracaso estrepitoso de los grandes planes y programas de gobierno
instrumentados en este largo tramo, la característica de los gobiernos
interinos, sustitutos y provisionales que hemos padecido, salvo honrosas
excepciones, ha sido la improvisación.
No solamente hemos cedido a la
federación la capacidad de conducir los destinos de nuestro estado, sino que se
le ha negado a la sociedad un proyecto de futuro. Ninguno de nosotros, de
ustedes, sabemos exactamente cual es la estrategia, cual es el rumbo y cual es
el puerto al que nuestros gobernantes quieren llevarlo.
En el penúltimo informe de gobierno
del Presidente Zedillo, se dijo a todo el país que la situación económica que
tanto nos ha lastimado, tardará en mejorar por lo menos veinte años o más. En
pocas palabras, se nos está diciendo que una generación completa de mexicanos
ha perdido la esperanza de un futuro mejor. Esta dramática sentencia, junto a
otras realidades locales, me han llevado a afirmar desde el pasado 14 de
febrero, que lo último que un gobierno puede arrebatarle a su pueblo, es el
derecho a la esperanza.
Fue a partir de esta comprensión que
he venido hablando con hombres y mujeres de Chiapas de todas las regiones,
confesiones, filiaciones políticas y condiciones sociales, sobre la necesidad
de construir entre todos una nueva visión, un proyecto de esperanza que nos
permita, sin exclusiones, transformar la dolorosa realidad que nos agobia.
Cuando les hablo en esta mañana de
la necesidad de recuperar la esperanza para Chiapas, no estoy rindiendo culto
al futuro, les estoy hablando a quienes representan la fortaleza de este
proyecto, del ahora y el aquí, porque tener esperanza significa estar presto en
todo momento para lo que todavía no nace; no a la espera pasiva, sino a la
disposición interna para actuar.
La esperanza no es predecir el
futuro, sino la visión del presente en un estado de gestación, y sé muy bien
que la mayoría de las que me están escuchando en esta mañana, comprende lo que
ese proceso significa.
Queridas amigas:
En su día –aunque pareciera el
momento menos propicio- le he hecho un rápido pero doloroso recuento de las
insuficiencias que las mujeres padecen. Estoy obligado por tanto, a imaginar
junto a ustedes y con ustedes, respuestas para lograr las transformaciones de
fondo que anhelamos.
En Chiapas, todos los temas nos
dividen y desde hace mucho cualquier iniciativa nos polariza. Mientras no
aprendamos a caminar juntos, con verdadero sentido de equidad, no podremos
construir la sociedad que soñamos para nuestros hijos.
Me parece que hay algunas acciones
concretas con las que podemos comenzar y me pongo a sus órdenes:
Una de las formas de revertir las
tendencias de la feminización de la pobreza, del impacto de las políticas de
ajuste económico sobre las mujeres y sus familias, es exigiendo a nuestras
autoridades tanto el cumplimiento de los mandatos constitucionales como el de
los compromisos internacionales, particularmente en materia de derechos humanos
y derechos de las mujeres y las niñas.
Tenemos que luchar en todos los
campos por hacer efectiva la protección jurídica de la mujer, para prevenir y
sancionar la violencia de que es objeto, y el abandono de responsabilidades de
los jefes de familia.
Es una alta prioridad atender las
cuestiones de salud, y precisamente la salud reproductiva de niñas y mujeres,
fundamentalmente en las áreas donde la marginación y la exclusión social presentan
su rostro más amargo.
Atendiendo a la necesidad creciente
de ingreso y de desarrollo laboral de las mujeres, buscaremos las formas para
que su inserción en el mercado laboral o productivo se dé con equidad,
rompiendo con la segregación ocupacional.
Con el impulso de una educación
amplia, desde el aula y la comunidad tendremos que formar ciudadanos y
ciudadanas respetuosos de las diferencias de género, étnicas, de credos y de
opciones de vida.
También a través de la educación
habremos de reducir los embarazos en las niñas, los matrimonios entre niños.
Por tanto, deberán buscarse estímulos y formas de inducir una mayor
participación de las niñas en el sistema educativo escolarizado.
Tenemos que fortalecer las
instituciones públicas encargadas de atender desde diversos ámbitos a la mujer,
dotándolas de capacidades humanísticas y técnicas, para responder con
oportunidad, calidad y calidez, a las demandas y necesidades más urgentes de la
población femenina.
Es necesario promover leyes,
políticas, programas y proyectos estatales con una perspectiva de género, éste
es mi compromiso.
Desde las instituciones académicas,
principalmente de educación superior, alentaremos la investigación y estudios
sobre género, para contribuir al conocimiento de nuestras sociedades, y para
tener bases sobre las cuales promover políticas públicas.
Con la participación de las mujeres
de la sociedad civil, profesionistas, amas de casa, empresarias, comerciantes,
intelectuales, estudiantes, con las del campo y las de las ciudades, con las
indígenas, en un intenso diálogo que hoy inicia, construiremos un proyecto de
gobierno horizontal, incluyente, equitativo, justo y digno.
Les propongo en este día de tan
especial significado, que haciendo de lado diferencias partidarias, religiosas,
económicas, sociales y de cualquier otra índole, se organicen para celebrar la
primera Convención Estatal de la Mujer de la que resulte el mejor programa de
acción a favor de las mujeres chiapanecas, y que sean ustedes las que indiquen
al próximo gobierno cómo y con quiénes hay que ejecutar el mandato que resulte
de esa gran convención.
Para hacer posible la realización de
ese magno evento, me pongo a las órdenes de ustedes y junto conmigo, un equipo
de talentosas mujeres que me están ayudando a construir este nuevo proyecto
democrático de cambio para Chiapas.
Como aspirante a encabezar el primer
gobierno del nuevo milenio en Chiapas, manifiesto desde ahora mi compromiso de
gobernar con mujeres y asumir cabalmente los resolutivos de la convención que les
propongo. A las mujeres de Chiapas aquí representadas, les digo abiertamente y
sin reserva alguna, que aspiro a ser su candidato, el candidato de la otra
mitad de la esperanza.
Hoy, las invito a que caminemos
juntos.
Las convoco a formar parte del Movimiento
de la Esperanza.