Pongamos de pie lo que está de cabeza

San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
03 de agosto de 2013.




La vida es una continua toma de decisiones. El éxito, después de tomarlas, radica en ser consecuentes.
El 8 de mayo de 1999, en Villaflores, Chiapas, frente a una multitud de amigos, simpatizantes y ciudadanos esperanzados en la transformación del estado, anuncié una de las decisiones más importantes de mi vida: mi renuncia a una larga militancia en el Partido Revolucionario Institucional. Lo hice por una causa superior: conformar la alianza política y social más grande que se haya consumado en este país. 

Su mérito imborrable es haber dado paso al primer gobierno de alternancia en Chiapas.  Así fue como en el año 2000 logramos la hazaña democrática de llevar al poder ejecutivo estatal, no sólo al primer gobierno de oposición, sino a eso que en hogares, ciudades y comunidades, me han dicho en estos últimos días: el mejor gobierno que ha tenido el pueblo de Chiapas. 

A 14 años y 3 meses de distancia, hoy, como en aquel lejano mes de mayo, y de nuevo, frente a una plaza repleta de amigos, vengo a anunciarles otra decisión de vida. 

Con profunda convicción y entusiasmo, he tomado la firme determinación de romper ese largo ayuno partidista para afiliarme al Partido de la Revolución Democrática. 

Personas de buena fe, me han preguntado: ¿por qué aquí?, ¿por qué ahora?, ¿por qué al PRD? 
A ellos y a otros aquí presentes, que sin decírmelo se hacen las mismas preguntas, quiero compartir las razones de mi decisión:

Estoy aquí porque creo en la izquierda, porque soy un hombre progresista y un convencido de que, a lo largo de la historia, ha sido la izquierda la que ha reivindicado las causas sociales de los pobres, de los marginados, de los excluidos, de las minorías, de los pueblos indígenas y campesinos, de las organizaciones sociales, de los perseguidos, de los empresarios con visión social, de las mujeres y de los ciudadanos libres. Es la izquierda la que ha pagado hasta con sangre las verdaderas transformaciones democráticas.

Estoy aquí porque creo que a un país con más de 53 millones de pobres, no se le puede cancelar el legítimo derecho de construir una oposición de izquierda decente, moderna, congruente, crítica, imaginativa, y esencialmente responsable con sus valores democráticos. Tengo la radical convicción de que la izquierda es mucho más que una opción para México: es, más bien, debe ser, una fuerza moral indispensable para nuestra salud democrática.

Estoy aquí porque creo en el PRD que soñaron, quisieron y se propusieron: Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo, Valentín Campa, Gilberto Rincón Gallardo, Ifigenia Martínez, Porfirio Muñoz Ledo, Pablo Gómez y muchos otros como los chiapanecos ejemplares: 

Gilberto Gómez Maza y Porfirio Encino. 
Porque el PRD es la herencia de la lucha social en México y nació como una herramienta para la transformación integral de este país, como un instrumento de la sociedad. Porque el PRD debe ser un partido de la gente y no de sus dirigentes o de aquellos que lo han convertido en una jugosa industria electoral.

Estoy aquí porque hoy nos vemos sacudidos por la peor crisis, de las más dolorosas que jamás haya vivido la izquierda toda, y en particular el Partido de la Revolución Democrática desde su fundación. Si nosotros lo callamos, otros lo seguirán gritando. 

No se trata de medirnos sólo por nuestros resultados electorales. En política, también cuentan el cómo y con quiénes. 

Si no hacemos el diagnóstico correcto tampoco acertaremos en el remedio. Debemos reconocer que hemos pagado un costo más alto del que tal vez quisimos pagar; hemos ido más lejos de donde quizás debimos haber llegado y hemos caído más hondo a la profundidad en la que podíamos haber caído. 

Para el PRD, en mi modesta opinión, no hay mañana: o volvemos a los orígenes tal como lo pensaron sus fundadores y corregimos el rumbo, o seguiremos naufragando.

Estoy aquí porque comparto el reclamo de muchos que exigen que se eleve el nivel de la política. Se requiere comprensión de la historia, visión social y humanista, ética y respeto. Para lograr un país mejor es indispensable frenar la degradación de la política e impulsar una verdadera cultura democrática. Por eso quiero  sumarme a ustedes e incorporar mis manos y capacidades a las suyas en su trabajo entusiasta por una vida mejor.
Estoy aquí porque creo en el compañero Carlos Sotelo, porque lo conozco y lo reconozco como líder, como un hombre de principios, como un político congruente y de compromisos, como un dirigente que en los momentos críticos ha sido capaz de levantar su voz enérgica y vigorosa para denunciar a aquellos que han traído vergüenza al PRD. Porque Sotelo habló mientras otros callaban; porque escuchó cuando muchos dirigentes hacían oídos sordos.
Creo en Carlos Sotelo porque es un político con autoridad y porque es un dirigente que no se vende. Con él quiero construir, reconstruir y caminar. Los invito a que caminemos con él en el Frente Nacional que hoy nace, a que ensanchemos esta nueva fuerza que aquí, desde Chiapas, se erige como la nueva esperanza de recuperar el PRD que queremos. Porque veo en Carlos a la persona con la capacidad de armonizar las diferencias de la izquierda que México necesita; y porque me ha convencido, con sentido de urgencia que ha llegado la hora de limpiar la casa y de poner de pie lo que está de cabeza.
Es imposible persistir en los mismos vicios que están alejando al PRD de las victorias electorales y del sueño de gobernar este país. En política hay algo peor que no saber perder, y es no saber ganar. Hace casi 25 años, el PRD se formó de la suma de fuerzas políticas y organizaciones. Durante ese cuarto de siglo, ha transitado de ser un partido de partidos a un partido de tribus. Y recientemente, de un partido de tribus, a uno de pandillas electorales. Ya basta que sigamos repitiendo el discurso complaciente que sostiene que en esa falsa diversidad radica la fortaleza del partido, y reconozcamos de una vez por todas que el tribalismo y el pandillerismo están minando la poca confianza de los que aún creen en el PRD.  Es hora de limpiar la casa. Pongamos de pie lo que está de cabeza.

Estoy aquí porque creo en lo que parece imposible:  remontar la crisis de credibilidad y desesperanza. No podemos ver con normalidad el hecho de que los jóvenes no crean, nunca hayan creído en la política ni en los partidos políticos; el que los ancianos, las mujeres y los ciudadanos ya no quieran creer en ella. 

Es muy grave que el salario de la gente cada vez alcance para menos; que la semilla llegue tarde o simplemente no llegue; que la tierra maltratada sea vista sólo como un objeto del mercado y cada vez se resista a dar sus frutos; que no hayan empleos suficientes para todos y que la canasta básica ya no alcance. 
Sin embargo, peor que no tener para comer tres veces al día, es no tener en quién creer, es no tener en qué creer. Nelson Mandela, desde su experiencia de 27 años en la cárcel y toda una vida de lucha; con su indiscutible autoridad moral decía que “se puede sobrevivir con el estómago vacío y la mente llena, pero no al revés”.  No tener para comer resulta en estómagos vacíos. No tener en qué o en quién creer, en corazones vacíos y desesperados.  Creer es el motor que necesitamos para resistir, para luchar, para ponernos de pie, para renovarnos y para no desesperarnos, porque desesperarse es darle la espalda a la esperanza.

Por eso estoy aquí, porque creo que ni todo está perdido ni todo está podrido en el PRD. Porque hay un remanente que no se ha contaminado, y muchos de ellos están aquí en esta jornada formidable. Porque tengo esperanza fundada de que entre todos, ciudadanos y organizaciones, militantes y corrientes, podemos cambiar las cosas si tan sólo nos lo proponemos, si por una vez decidimos ser generosos. 

Desde mi incipiente militancia, hago un vehemente llamado a la unidad. A la unidad de los militantes, de los dirigentes y de las expresiones que integran el partido, para formar entre todos y con todos, un solo bloque democrático en el que pongamos sobre la mesa nuestras coincidencias. Primero es lo primero: si no logramos entre nosotros formar un solo frente, menos alcanzaremos la unidad de las izquierdas, y si perdemos el partido va a ser impensable ganar la Presidencia en el 2018. 

Imposible democratizar el país sin hacer lo mismo en el PRD. 

Ha llegado el tiempo de limpiar la casa, y la hora de poner de pie lo que está de cabeza. Escuchemos la voz de la militancia. Tal vez sea ésta, la última llamada.

La lucha a la que Sotelo nos invita es a reconstruir lo que por intereses y mezquindades nos han destruido. 

Abandonamos la casa, la descuidamos y ustedes saben muy bien lo que pasa en casas abandonadas y descuidadas: se metieron los saqueadores, los asaltantes, los ladrones, y por supuesto los roedores, que además, se apoderaron de ella.  Dejamos, por indiferentes o por miedosos, que nos arrebataran lo que es nuestro.

Limpiemos lo que está sucio, dejemos claro lo que está oscuro, pongamos de pie lo que está de cabeza y demostremos que no todos somos iguales.  Arreglemos nuestra casa desde adentro sin abandonarla.

Ordenar la casa empieza por terminar con el doble discurso que tanto daño nos ha hecho. El problema del PRD no es su ideología, por lo tanto ni tenemos que revisarla ni tenemos que actualizarla. La teoría todos la tenemos muy clara, el problema del partido que hoy he adoptado como mío son sus prácticas, esas que tanto condenamos en los otros y que aquí han llegado para quedarse.
Si queremos que los gobernantes no se adueñen del PRD comencemos por devolvérselo a sus verdaderos dueños: a sus militantes.

Si queremos que los gobernantes no compren votos, elijamos dirigentes que no los vendan ni se vendan.

Luchemos por un partido que no tenga dueños y por una militancia que no tenga precio.

Si exigimos limpieza electoral a nuestros adversarios, empecemos por nosotros. Comencemos por evitar que cada proceso interno en el PRD reproduzca y hasta perfeccione la defraudación y la simulación que tanto censuramos en aquéllos.

Es insostenible seguir urgiendo a los de afuera a que haya ¡democracia ya!, pero hacia el interior “democracia todavía no”.

Amigas, amigos:

Llegó la hora de limpiar la casa.
¡Pongamos de pie lo que está de cabeza!
Convoco a todos los aquí presentes a levantar la mira, a desandar el mal camino y a retomar la senda buena y nueva.  Desde esta simbólica plaza tan llena de historia y de lecciones, le digamos a los mexicanos que si la revolución de 1910 nos llegó del norte, desde el sur se reencenderá la llama de la revolución democrática.

Los invito a participar, a militar, a decidir. He aprendido que en la vida no hay vacíos; si no estamos ahí para tomar las decisiones, otros, como hasta hoy, las tomarán por nosotros y entonces no tendremos derecho ni de lamentarnos. 
No hay crisis política sin crisis de ciudadanía. Los partidos y los políticos sólo son el reflejo de sus ciudadanos. Cada pueblo tiene a los políticos que se merece. 

Los invito a afiliarnos al Partido de la Revolución Democrática, la única alternativa a la que este país no le ha dado una oportunidad. 

Presidente Zambrano, lo que sigue de esta fiesta es una gran campaña de afiliación. Le pedimos que nos apoye. Con la credencial en la mano, aquí y en el país, vamos a transitar del PRD que tenemos al PRD que queremos.
No nos engañemos: sin izquierda fuerte no habrá un México fuerte. 

Por eso, y por todas las razones que he expresado, he decidido aportar mi modesto esfuerzo personal, mi capital político y moral, mi militancia, mis ideas y vigor, en esta maravillosa causa. Porque ahora más que nunca,  mis anhelos y sueños están intocados. Uno de ellos, y el más importante, es que el México que vea madurar a nuestros hijos,  a mis amados hijos Pablo, Valeria y Andrea sea mejor que el que los vio crecer. 

Y por supuesto, anhelo fervientemente que el México que vea crecer a sus hijos, a nuestros hijos, a mis adorados pequeños Emiliano y Paulina, sea mejor que el que los vio nacer. Eso es lo que quiero para mí, para ellos, para ustedes: una patria digna en la que todos tengamos cabida. 

Por eso los exhorto a levantarnos para poner de pie lo que está de cabeza. Y, por eso, hoy más que nunca, desde lo más profundo de mi pecho, puedo decirles con renovado optimismo:

¡Que venga el futuro y que venga lo que tenga que venir¡

¡Viva el Partido de la Revolución Democrática!

¡Viva Chiapas! ¡Viva México!