La educación en Chiapas: Rezago de rezagos.

2/12/2015 06:44:00 a. m. 0 Comments

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Agosto 14 de 1999.

Palabras pronunciadas por el
Senador Pablo Salazar Mendiguchía,
a los alumnos-maestros de la Escuela Normal Superior
del Estado de Chiapas, durante la ceremonia de
graduación en la que fue nombrado
Padrino de Generación

Muchas gracias por la invitación con que me honran. Voy a compartirles hechos y estadísticas que seguramente ustedes conocen bien. Cifras lacerantes porque dan cuenta del desastre educativo de Chiapas. Pero también voy a referirme al papel central que tienen los actuales y futuros maestros y maestras para revertir el atraso en cantidad y calidad de la educación que se imparten en los centros escolares de nuestro estado. Es decir, me voy a ocupar del diagnóstico de nuestro atraso, pero también lo haré de la esperanza fundada que tenemos en la vocación de los nuestros para vencer la ignominia del analfabetismo y sus consecuencias en los distintos niveles educativos.

En educación, estamos ante una emergencia que sólo podemos superar si nos proponemos juntos, gobierno y sociedad, sumar esfuerzos para enfrentarla ya con una visión total e incluyente, para que a partir de una revisión social de las formas y contenidos del actual sistema educativo estatal se definan las estrategias de una nueva política en el sector que por lo prioritario resulta necesario e impostergable.

Si aceptamos que “el hombre no llega a ser libre más que por la educación”, y si partimos del derecho que todos tenemos a una educación de calidad en una sociedad democrática, vemos con preocupación el desarrollo desigual que Chiapas tiene con respecto a los otros estados de la República. Nuestro estado tiene los índices más altos de rezago educativo tanto en la población escolar como en la adulta. Por un lado, el acceso a la educación básica es insuficiente y, por otro, el uso de los recursos con que cuenta es deficiente. El 65% de su población es rural, distribuida en más de 20 mil localidades; el otro 35% se concentra en 120 ciudades de las que únicamente 23 tienen más de 10 mil habitantes. Por si lo anterior no bastara, es la entidad más incomunicada (a 175 años de la incorporación de Chiapas a México, apenas se nos anuncia la construcción de una carretera que nos comunicará con la metrópoli mexicana). Además, Chiapas cuenta con una diversidad social y cultural representada por 9 etnias y otros grupos con intereses distintos y diversos, que al no ser tomados en cuenta en la planeación regional del servicio, por la insistencia de unificar nacionalmente la educación, estas variables inciden negativamente en los resultados.

Paso a dar algunos detalles de nuestro rezago educativo:

La educación preescolar, en sus tres modalidades, atiende apenas a un 62% de la población demandante, en tanto que el promedio nacional es del 79%. En las zonas indígenas, la viabilidad en la prestación compensatoria de  este servicio, apenas está en proceso de prueba, no obstante que en los últimos años ha sido en los municipios marginados e intermedios donde se ha ampliado la cobertura, estos todavía el 86% de la población sin atención.

Donde se presentan problemas más graves es en la educación primaria, cuya eficiencia terminal demuestra que, de cada 100 niños, únicamente 37 la concluyen en 6 años; mientras que en el nivel nacional la concluyen 64 de cada 100 niños. Este grave resultado encuentra su explicación en la dispersión geográfica, la pluriculturalidad, la endeble formación de los maestros en los centros de formación, la pobreza extrema de las comunidades y la pobre valoración social que se tiene del maestro.

La cobertura del servicio es otro problema serio. Se ha crecido horizontal pero no verticalmente. Se pensó únicamente en la cantidad no en la calidad. Se piensa siempre desde los intereses del grupo en el poder no de una sociedad ávida de soluciones reales. En el último año, por ejemplo, por cubrir una falta histórica y por realizar labores de contrainsurgencia en la región de los Altos y Selva, se han limitado los recursos al sector educativo, como nos lo demuestra el índice de cobertura que mientras en el ámbito nacional alcanza el 98% en este nivel, en Chiapas, del 81% que alcanzó en 1994, en los últimos 5 años empeoró bajando a 75%. Esta falta de servicios no respeta diferencias. Se da indiscriminadamente y se acentúa en los dos municipios más urbanos: Tuxtla y Tapachula, y en tres de los más rurales y marginados como Las Margaritas, Ocosingo y La Trinitaria (en ese orden) que representan el 42% del rezago total. Cada uno de estos municipios ofrece una causa distinta. No es válido tapar un hoyo destapando otro ni empobrecer por distraer los recursos destinados a la educación en la compra de voluntades y fidelidades al PRI, o  supuestas deserciones con grotescos montajes que constituyen una verdadera farsa.

En el nivel de secundaria, los rezagos educativos son ligeramente distintos a los de la primaria. La capacidad de atención es de un 79%, diez puntos por debajo de la media nacional, para esto hay que tomar en cuenta que este servicio es a partir de la población demandante que concluyó su educación primaria, es este nivel el gran filtro que empieza a reducir el cuello de botella.

El principal problema de cobertura en este nivel se encuentra en los municipios marginados e intermedios; el leve incremento del servicio se ha dado a través de la creación de un número mayor de escuelas telesecundarias. Se soluciona la demanda de este servicio desde la visión del poder, sin importar las condiciones. Sigue ofertándose un pobre servicio educativo para las comunidades más pobres.

Por otra parte, no podemos soslayar que el rezago educativo en las comunidades indígenas, cuya población representa el 29% en Chiapas, requiere de políticas y estrategias diferentes por su extrema pobreza, la diversidad de sus lenguas, la dispersión e incomunicación y el crecimiento poblacional. En este sector de población únicamente 16 de cada 100 niños concluyen la primaria, contra el 37% estatal y el 64% nacional. Su índice de reprobación es de 20% de los alumnos, siendo mas grave este problema en el primer grado de primaria que es del 32%.

Es del dominio público que ostentamos el nada presumible primer lugar nacional en analfabetismo. Las instituciones encargadas de este problema no hablan de un 26% de adultos analfabetas, en tanto que el promedio nacional es del 12%, pero no dicen que contrario a la reducción paulatina en la República en nuestro estado el número de analfabetas han venido aumentando y no se atreven a dar cifras reales de este problema. Siguen simulando que enfrentan el problema con alfabetizadores comunitarios que ganan 150 pesos mensuales, mismos que a su vez simulan que alfabetizan y toman esa cantidad como un ingreso adicional de otros oficios en que se ocupan.

El índice actual de rezago en primaria y secundaria entre los adultos es de 63 y 69% respectivamente, y quienes concluyen están obteniendo certificados sin conocimientos. En el caso de las mujeres (la otra mitad de la esperanza en Chiapas) la situación es más grave, no obstante que en nuestra cultura ella es educadora en el hogar y, la encargada, en muchos casos, del sustento económico de la familia. Sin embargo este esfuerzo y funciones no ha tenido correspondencia por parte de la sociedad y el estado. El analfabetismo en la población femenina es del 37% contra un 22% en los hombres.

Por otro lado, no obstante que el 12% de la población de cero a 20 años de edad, presenta algún tipo de discapacidad, la educación especial únicamente se ofrece en 19 municipios y en toda la entidad no existe una institución educativa encargada de la formación o actualización de los maestros adscritos a este subsistema. Otra minoría mal entendida es la de los migrantes en las zonas cafetaleras y azucareras.

La educación media superior, por su parte, presenta diversos niveles de complejidad desde su origen, pasando por la operación y ejecución de diversos planes y programas en las distintas modalidades, de modo independiente sin obediencia a una línea de coordinación o dirección. Es así que existen diversos bachilleratos: propedéutico, terminal, bivalente, básico y abierto, con sus propias particularidades, basadas en distintos decretos de creación, situación que crea conflictos de tipo laboral y pedagógico. La falta de coordinación entre los subsistemas y con las autoridades estatales, ocasiona desigualdad en la asignación de presupuestos, baja calidad del servicio, un escaso impacto social y duplicación de la oferta y dispersión de recursos. En 39 municipios no existe este servicio del nivel medio superior. En los municipios que se imparte este servicio hay 63 preparatorias incorporadas a la Secretaría de Educación y 16 incorporadas a la DGETI, además de 42 subsidiadas por el Estado que presionan por su total oficialización y constituyen una bomba de tiempo, como ya se manifestó con la protesta a pedradas en días recientes en Tapilula, cuando perversamente manipularon esta necesidad a cambio de adhesiones partidarias.

Lamentablemente, en lo que a sus docentes se refiere los datos motivan igual preocupación: el 53% de estos docentes no cuenta con título profesional, únicamente el 1.3% realiza algún estudio de postgrado.

Es en la educación superior donde el cuello de botella se hace muy angosto, casi asfixiante. No obstante que el discurso político apologiza a la educación, como el vehículo por excelencia, para lograr un estado más sólido e independiente, más justo y más democrático, en la práctica sucede lo contrario. En 1996 egresaron 12,469 jóvenes de los bachilleratos, de los cuáles únicamente el 48% encontró lugar en alguna institución de este nivel, incluidos aquellos que pudieron pagar en algunas de las escuelas superiores que representan el 29% del total de estas instituciones.

La educación superior en Chiapas no puede reducirse únicamente a cumplir la sola función de producir fuerza de trabajo profesional y calificada –en el mejor de los casos- para el desarrollo productivo, que buena falta le hace, sino que también debe retomar su papel de ser generadora de valores, no simples instrumentos de las demandas del mercado. La educación superior deben entenderla y ubicarla las propias universidades en la realidad concreta y objetiva de la sociedad a la que sirve.

Las 43 instituciones de enseñanza superior del estado –incluidas las normales- como en todas las escuelas de los otros niveles, deben fomentar la cultura de la tolerancia que permita la convivencia con pleno respeto a la diversidad étnica, política, religiosa, generacional y sexual, y deben también fomentar el desarrollo de valores étnicos, estéticos y democráticos en la sociedad, si queremos llegar al nuevo milenio, libres de los enfrentamientos que actualmente nos mantienen divididos en unos y otros.

En cuanto a los docentes de la educación superior, un 45% son contratados por hora asignatura, el 44% trabaja medio y tres cuartos de tiempo y, únicamente el 11%, es de tiempo completo. Sólo en las universidades oficiales se reconoce antigüedad a los maestros en servicio, no así en las particulares, lo que provoca un flujo permanente del personal, en directorio, en deterioro de la calidad académica. En la investigación científica y tecnológica la situación es preocupante por la crecientes dificultades de recortes presupuestales, el aumento de los insumos, en la adquisición de equipo de laboratorio y en el directorio de las condiciones laborales. Esto representa un grave riesgo para el desarrollo social y económico de Chiapas al seguir promoviendo una preparación académica obsoleta, mecánica, sin objetivos regionales concretos ni una visión universal de la ciencia y la tecnología, por lo que consecuentemente seguirán formando profesionistas con limitaciones del conocimiento textual y de la tecnología transferida.

Pero en el centro de toda esta cuestión problemática de la educación, está el gran protagonista que es el maestro, al que la sociedad le asigna con la escuela la función correctora de todos los vicios e insuficientes culturales, al mismo tiempo que minusvalora el papel social y humanístico de las maestras y maestros.

Ningún político que aspire a gobernar este estado tan complejo, puede soslayar el tema de su educación y la importancia que tiene la formación de los profesores. Temas que requieren de una reflexión conjunta con los maestros. A pesar de ser éste uno de los campos más experimentados a nivel nacional, en nuestro medio aún es inédito. En Chiapas, las Normales con mayor antigüedad únicamente han acumulado años, pero paradójicamente han ido a la baja en lugar de convertirse en centros especializados en la investigación y diseño de la formación docente. La sede de la Universidad Pedagógica Nacional, no obstante sus ya casi 20 años de existencia aquí, ha crecido horizontalmente y apenas acaba de iniciar un curso de maestría. A la Normal Superior, no obstante la posibilidad en su decreto, no le autoriza abrir cursos de postgrado. En los centros formadores de docentes la experiencia no parece ser acumulativa, tal vez por que cada sexenio, por cambios en los programas y estrategias para regular el egreso, no para mejorar la calidad, los maestros adscritos tienen que enfrentar nuevas necesidades para sobrevivir.

Los maestros en Chiapas tienen problemas desde su formación. Inician su lucha desde el ingreso a las Normales a través del cumplimiento de requisitos de un examen de admisión impuestos por el sistema para legitimar el control de una matrícula, no para mejorar la calidad de la formación. Luego, ya en servicio, enfrentan las diferencias de sueldos por esa división arbitraria de las zonas de vida cara, faltando la autoridad al principio constitucional de a igual trabajo igual remuneración. Esta lucha va desgastando su imagen.

El problema es que el maestro, por su legítima lucha salarial y por otras razones, ha ido perdiendo su carácter protagónico que en otros tiempos asumió, no sólo ante la vida escolar sino ante la vida de la comunidad. En otros casos, las razones son más graves, como la de los maestros bilingües que, surgidos y concebidos durante el cardenismo como una figura que representaba los intereses de las comunidades (y por eso eran los interlocutores válidos ante el gobierno, entonces encarnaban los intereses de los suyos), pasaron a ser mediadores, después mediatizadores hasta convertirse en representantes de los intereses del grupo en el poder del partido-gobierno.

Por lo que he expuesto, ustedes se dan cuenta de que nuestro rezago es enorme, fruto de políticas históricas organizadas para llevar abundancia a muy pocos y miseria a la mayoría. Sabiendo esto, y lo mucho que hay que reconstruir sobre nuevas bases, lo que las políticas de la rapiña devastaron, de todas maneras quiero reflexionar con ustedes sobre la necesidad de valorar y/o revalorar ciertas características que debe tener tanto la pedagogía como los docentes encargados de hacerla y espíritu entre los escolares.

En la historia educativa mexicana existe un episodio muy rescatable. Me refiero al sentido de misión que le dio el maestro José Vasconcelos a las tareas educadoras que encabezó tanto en la Universidad Nacional como en la Secretaría de Educación en la primera mitad de los años 20´s. Si bien es cierto que no todos los énfasis de la filosofía educativa de Vasconcelos son válidos para el Chiapas contemporáneo, me parece que su incansable labor de hacer de los maestros unos misioneros, enviados para combatir con el alfabeto los nuevos conocimientos la marginación escolar, es una figura que pudiéramos retomar con el fin de equiparnos mejor para doblegar el dominio de la ignorancia prohijada por intereses que oprimen económica, política y culturalmente a la mayoría de los chiapanecos (as).

En el verdadero proceso educativo, ustedes compañeros y compañeras normalistas, lo saben hacer mejor que yo. No se trata solamente de acumular información en las mentes de los estudiantes,  se trata de formar para enfrentar mejor la vida en todos sus órdenes. Es decir, la educación  que visualizamos para el nuevo Chiapas es una que contribuya a reforzar la ciudadanía, a combatir los rezagos que han subyugado y mantenido en condiciones de súbditos a la población de estas tierras.

Juan María Alponte dejó plasmado en alguno de sus miles de artículos periodísticos una consideración que me cimbró cuando la leí, por la comparación que hice con el atraso escolar y científico tecnológico que nos golpea. Alponte escribió que “en el futuro la única materia prima que realmente tendrá valor será la materia gris”. O sea que si no invertimos todos nuestros esfuerzos económicos, sociales, pedagógicos y culturales en esa materia gris (el cerebro de los estudiantes chiapanecos), seguiremos condenados a importar conocimientos pensados para otras necesidades y otras realidades distintas a las de nosotros. La inversión inicial debe centrarse en dotar a la mayoría de nuestros habitantes, aunque soñamos con hacerlo para todos y todas, de la tecnología básica que posibilite a sus adquirientes para transitar a otros niveles del conocimiento. Nos referimos a la capacidad de leer, que por desgracia está lejos del alcance de nuestros millones de analfabetas reales y funcionales. No podemos tener una real transformación educativa, si primero no emprendemos la revolución del alfabeto.

En la tarea alfabetizadora que convierta a los nuevos letrados en amantes de la lectura, es crucial el papel de los maestros. Si éstos logran transmitir el amor a la página impresa, no sólo a quienes no saben leer sino también  a los estudiantes universitarios, entre quienes la práctica de la lectura está decayendo gravemente, estaremos entonces en mejores condiciones para construir la ciudadanía que exige sus derechos a las autoridades pero que ejerce esos derechos responsable y democráticamente.

Que nuestros maestros sean facilitadores de la lectura, y que haya suficientes recursos bibliotecarios, editoriales y distribuidores que pongan a la mano de los nuevos y permanentes lectores(as) los libros necesarios para su crecimiento intelectual, debe ser una de las columnas vertebrales de los planes educativos.

Otro principio fundamental, del cual pienso deben ser guardianes los maestros y maestras, es el de fomentar y reproducir la tolerancia hacia y entre los alumnos. Chiapas es una entidad diversa en todos los sentidos, por ello han fracasado y fracasarán todos los intentos por uniformizarla. Ante una sociedad plural y diversa, sólo cabe una política democrática, si es que deseamos que la diversidad sea un factor que nos enriquezca a todos, y no que nos divida en bandos beligerantes que buscan exterminarse mutuamente, por otro lado la tolerancia es la virtud que nos enseña a convivir con lo que es diferente. A aprender con lo diferente, a respetar lo diferente. Por ello es de vital importancia el papel de los maestros para crear en sus aulas y escuelas espacios de civilidad y de tolerancia. Los beneficios para toda la sociedad de que nuestros, niños(as) y adolescentes sean educados en la tolerancia, serán de gran valor y nos posibilitarán enraizar la democracia en la vida cotidiana.

Como ustedes, estoy preocupado con los fines de la educación. Sí, hay que educar más y mejor, pero ¿para qué, en cuál  dirección? Estas preguntas sólo pueden responderse a través de un ejercicio serio de evaluación de los contenidos y fines de los programas escolares. Necesitamos pensar seriamente el tema, dejar de creer que todo es cuestión de mejores tácticas y técnicas psicopedagógicas. Sin duda que la práctica pedagógica es básica, en el ámbito educativo, pero debe estar enmarcada en la búsqueda de un destino que le de sentido a nuestra educación.

Como el destino que buscamos para los hombres y mujeres de Chiapas es uno más justo y digno, entonces los maestros y todo el sistema educativo deberán orientarse hacia construir los medios pedagógicos para contribuir a lograr ese propósito.

Una de la primeras y más indelebles marcas de nuestra relación con la autoridad la recibimos como infantes en los salones de clase. Por esto, me parece, se hace indispensable reconstituir la función de los maestros como autoridades ejemplares de los niños y niñas. La palabra autoridad tiene entre nosotros connotaciones negativas. Las tiene porque las autoridades que han desgobernado a nuestro estado lo han hecho en detrimento de los intereses y necesidades de la mayoría. Yo no hago uso del concepto de autoridad como sinónimo de autoritarismo y despotismo sino como lo que realmente es: hacer crecer a los demás. Entonces la autoridad docente, magisterial, es la que hace crecer a sus alumnos, la que desata las fuerzas creativas de los conocimientos transmitidos a los estudiantes. En este sentido, abogo por acrecentar la autoridad de nuestros maestros, y la consecuente necesidad de que el Estado apoye con mayores recursos la generosa labor educativa.

En fin, compañeros maestros y alumnos de este combativo centro formador de maestros, como hijo de profesores, conozco, sé y he vivido la dificultades propias de los profesores. Sé que esta es y debe seguir siendo la profesión más humana y humanizadora de todas para cumplir la sentencia de que “ser humano es también un deber”. Me he propuesto encabezar el Proyecto de la Esperanza, como un proyecto que cambie las relaciones actuales de subordinación a las decisiones centralistas, en donde, a partir del año 2000, los chiapanecos seamos dueños de nuestro destino económico, político, cultural y social. Sé y me queda claro que esto no será posible si no cuento con el apoyo y participación de los maestros chiapanecos. La problemática educativa, como todos los problemas de nuestro estado, debe ser pensada y repensada por sus propios actores, para que de ese amplio consenso, de esa amplia consulta a la que vengo convocando sin exclusión alguna, surjan las propuestas de solución. Repito que quiero que busquemos juntos la solución de los problemas que nos aquejan, con pleno respeto a la diferencia y a la pluralidad cultural de los chiapanecos.

A partir de lo que opinen, y de lo que la sociedad demande, mejoremos la calidad del servicio educativo. Para esto es necesario el esfuerzo y la voluntad colectiva, se deben emprender tareas como:

La renovación del marco jurídico y normativo;

La reorganización de la coordinación del sistema educativo estatal, para que la operación aislada no provoque confusiones, dispendio de recursos y duplicación de esfuerzos.

La implementación de un programa de mejoramiento y mantenimiento de las escuelas; otro que permita resolver el déficit en la construcción de escuelas, mobiliario y equipos de laboratorio.

Ampliación de los servicios de los centros de desarrollo infantil, de los albergues rurales y el de las becas en todos los niveles.

La revisión, reestructuración y ampliación del servicio de educación especial, así como el destinado a la educación de adultos.

La reactivación de las actividades tecnológicas en las escuelas y el fomento del goce estético por la pintura, la danza y la música en las escuelas de todo el estado; la estimulación a la actividad deportiva en los jóvenes y niños; la implementación de programas de inducción a la lectura.

Aprovechar la influencia que ejercen en la sociedad los medios de comunicación para usarla con fines educativos.

Implementar acciones como la revisión curricular en los planes de estudio, a efecto de que se estructuren contenidos regionales que sean suficientemente aprovechados para promover la interculturalidad;

Trabajar en la elaboración de un programa integral de formación de los directivos escolares para que éstos no sean productos de la improvisación.

Avanzar en la profesionalización de los maestros.

 Revalorar y ampliar la oferta para estudios de especialización y postgrados en las escuelas e institutos de educación superior del estado y, sobre todo,

educar para la vida. Es urgente en Chiapas vincular la educación a los procesos sociales de los que actualmente se encuentra divorciada.

Si coincidimos, no es posible seguir posponiendo la creación de sistemas integrales que se ocupen de estas etapas, en donde incidan los actores y las instancias que participan en el proceso educativo, para que emitan sus opiniones de acuerdo a las necesidades de la región y del nivel representado.

Amigos, amigas: hoy es un nuevo día para ustedes y debe serlo para Chiapas.

El educativo, no es uno de los problemas de Chiapas, es el problema que atraviesa a todos los demás. Es en nuestra dolorosa realidad, el único elemento que, al mismo tiempo, es causa y efecto de todas nuestras penurias.

Si de veras queremos un cambio en Chiapas, empecemos por aceptar que la revolución comenzará en el interior de cada uno de nosotros o no pasará nada. Tenemos que dar una fuerte sacudida a la educación y, por supuesto, a la conciencia de los educadores. Es mucho lo que ustedes pueden hacer a partir de ahora.

En Chiapas, no podemos darnos el lujo de seguir actuando como si nada hubiera pasado, como si lo ocurrido en 1994 fuera material para la crónica y no para hacernos pensar y actuar de una manera diferente. Les pido, los exhorto, a que actúen con sentido de urgencia.


Tenemos que darnos prisa. Si no actuamos hoy, tal vez el día de mañana tendremos que pagar más de lo que estábamos dispuestos a pagar; caeremos más hondo de donde queríamos caer y nos mantendremos sometidos más tiempo del que ya lo hemos estado. No quise quedarme sólo en la felicitación; además de reconocerles este trato importante para ustedes y sus padres. Los convoco a la reflexión y a la acción. Dejo la invitación a ustedes para que, con sus conocimientos, inquietudes, vivencias y emociones, contribuyan en la construcción del proyecto educativo que requiere nuestro Chiapas. Comencemos a hacer hoy lo que desde hace casi un siglo nos han estado ofreciendo para mañana.