La educación en Chiapas: Rezago de rezagos.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Agosto 14 de 1999.
Palabras
pronunciadas por el
Senador
Pablo Salazar Mendiguchía,
a los
alumnos-maestros de la Escuela Normal Superior
del Estado
de Chiapas, durante la ceremonia de
graduación
en la que fue nombrado
Padrino de Generación
Muchas gracias por la invitación con
que me honran. Voy a compartirles hechos y estadísticas que seguramente ustedes
conocen bien. Cifras lacerantes porque dan cuenta del desastre educativo de
Chiapas. Pero también voy a referirme al papel central que tienen los actuales
y futuros maestros y maestras para revertir el atraso en cantidad y calidad de
la educación que se imparten en los centros escolares de nuestro estado. Es
decir, me voy a ocupar del diagnóstico de nuestro atraso, pero también lo haré
de la esperanza fundada que tenemos en la vocación de los nuestros para vencer
la ignominia del analfabetismo y sus consecuencias en los distintos niveles
educativos.
En educación, estamos ante una
emergencia que sólo podemos superar si nos proponemos juntos, gobierno y
sociedad, sumar esfuerzos para enfrentarla ya con una visión total e
incluyente, para que a partir de una revisión social de las formas y contenidos
del actual sistema educativo estatal se definan las estrategias de una nueva
política en el sector que por lo prioritario resulta necesario e impostergable.
Si aceptamos que “el hombre no llega
a ser libre más que por la educación”, y si partimos del derecho que todos
tenemos a una educación de calidad en una sociedad democrática, vemos con
preocupación el desarrollo desigual que Chiapas tiene con respecto a los otros
estados de la República. Nuestro estado tiene los índices más altos de rezago
educativo tanto en la población escolar como en la adulta. Por un lado, el
acceso a la educación básica es insuficiente y, por otro, el uso de los
recursos con que cuenta es deficiente. El 65% de su población es rural,
distribuida en más de 20 mil localidades; el otro 35% se concentra en 120
ciudades de las que únicamente 23 tienen más de 10 mil habitantes. Por si lo
anterior no bastara, es la entidad más incomunicada (a 175 años de la
incorporación de Chiapas a México, apenas se nos anuncia la construcción de una
carretera que nos comunicará con la metrópoli mexicana). Además, Chiapas cuenta
con una diversidad social y cultural representada por 9 etnias y otros grupos
con intereses distintos y diversos, que al no ser tomados en cuenta en la
planeación regional del servicio, por la insistencia de unificar nacionalmente
la educación, estas variables inciden negativamente en los resultados.
Paso a dar algunos detalles de
nuestro rezago educativo:
La educación preescolar, en sus tres
modalidades, atiende apenas a un 62% de la población demandante, en tanto que
el promedio nacional es del 79%. En las zonas indígenas, la viabilidad en la
prestación compensatoria de este
servicio, apenas está en proceso de prueba, no obstante que en los últimos años
ha sido en los municipios marginados e intermedios donde se ha ampliado la
cobertura, estos todavía el 86% de la población sin atención.
Donde se presentan problemas más
graves es en la educación primaria, cuya eficiencia terminal demuestra que, de
cada 100 niños, únicamente 37 la concluyen en 6 años; mientras que en el nivel
nacional la concluyen 64 de cada 100 niños. Este grave resultado encuentra su
explicación en la dispersión geográfica, la pluriculturalidad, la endeble
formación de los maestros en los centros de formación, la pobreza extrema de
las comunidades y la pobre valoración social que se tiene del maestro.
La cobertura del servicio es otro
problema serio. Se ha crecido horizontal pero no verticalmente. Se pensó
únicamente en la cantidad no en la calidad. Se piensa siempre desde los
intereses del grupo en el poder no de una sociedad ávida de soluciones reales.
En el último año, por ejemplo, por cubrir una falta histórica y por realizar
labores de contrainsurgencia en la región de los Altos y Selva, se han limitado
los recursos al sector educativo, como nos lo demuestra el índice de cobertura
que mientras en el ámbito nacional alcanza el 98% en este nivel, en Chiapas,
del 81% que alcanzó en 1994, en los últimos 5 años empeoró bajando a 75%. Esta
falta de servicios no respeta diferencias. Se da indiscriminadamente y se
acentúa en los dos municipios más urbanos: Tuxtla y Tapachula, y en tres de los
más rurales y marginados como Las Margaritas, Ocosingo y La Trinitaria (en ese
orden) que representan el 42% del rezago total. Cada uno de estos municipios
ofrece una causa distinta. No es válido tapar un hoyo destapando otro ni
empobrecer por distraer los recursos destinados a la educación en la compra de
voluntades y fidelidades al PRI, o
supuestas deserciones con grotescos montajes que constituyen una
verdadera farsa.
En el nivel de secundaria, los
rezagos educativos son ligeramente distintos a los de la primaria. La capacidad
de atención es de un 79%, diez puntos por debajo de la media nacional, para
esto hay que tomar en cuenta que este servicio es a partir de la población
demandante que concluyó su educación primaria, es este nivel el gran filtro que
empieza a reducir el cuello de botella.
El principal problema de cobertura
en este nivel se encuentra en los municipios marginados e intermedios; el leve
incremento del servicio se ha dado a través de la creación de un número mayor
de escuelas telesecundarias. Se soluciona la demanda de este servicio desde la
visión del poder, sin importar las condiciones. Sigue ofertándose un pobre
servicio educativo para las comunidades más pobres.
Por otra parte, no podemos soslayar
que el rezago educativo en las comunidades indígenas, cuya población representa
el 29% en Chiapas, requiere de políticas y estrategias diferentes por su
extrema pobreza, la diversidad de sus lenguas, la dispersión e incomunicación y
el crecimiento poblacional. En este sector de población únicamente 16 de cada
100 niños concluyen la primaria, contra el 37% estatal y el 64% nacional. Su
índice de reprobación es de 20% de los alumnos, siendo mas grave este problema
en el primer grado de primaria que es del 32%.
Es del dominio público que
ostentamos el nada presumible primer lugar nacional en analfabetismo. Las
instituciones encargadas de este problema no hablan de un 26% de adultos
analfabetas, en tanto que el promedio nacional es del 12%, pero no dicen que
contrario a la reducción paulatina en la República en nuestro estado el número
de analfabetas han venido aumentando y no se atreven a dar cifras reales de
este problema. Siguen simulando que enfrentan el problema con alfabetizadores
comunitarios que ganan 150 pesos mensuales, mismos que a su vez simulan que
alfabetizan y toman esa cantidad como un ingreso adicional de otros oficios en
que se ocupan.
El índice actual de rezago en
primaria y secundaria entre los adultos es de 63 y 69% respectivamente, y
quienes concluyen están obteniendo certificados sin conocimientos. En el caso
de las mujeres (la otra mitad de la esperanza en Chiapas) la situación es más
grave, no obstante que en nuestra cultura ella es educadora en el hogar y, la
encargada, en muchos casos, del sustento económico de la familia. Sin embargo
este esfuerzo y funciones no ha tenido correspondencia por parte de la sociedad
y el estado. El analfabetismo en la población femenina es del 37% contra un 22%
en los hombres.
Por otro lado, no obstante que el
12% de la población de cero a 20 años de edad, presenta algún tipo de
discapacidad, la educación especial únicamente se ofrece en 19 municipios y en
toda la entidad no existe una institución educativa encargada de la formación o
actualización de los maestros adscritos a este subsistema. Otra minoría mal
entendida es la de los migrantes en las zonas cafetaleras y azucareras.
La educación media superior, por su
parte, presenta diversos niveles de complejidad desde su origen, pasando por la
operación y ejecución de diversos planes y programas en las distintas
modalidades, de modo independiente sin obediencia a una línea de coordinación o
dirección. Es así que existen diversos bachilleratos: propedéutico, terminal,
bivalente, básico y abierto, con sus propias particularidades, basadas en
distintos decretos de creación, situación que crea conflictos de tipo laboral y
pedagógico. La falta de coordinación entre los subsistemas y con las
autoridades estatales, ocasiona desigualdad en la asignación de presupuestos,
baja calidad del servicio, un escaso impacto social y duplicación de la oferta
y dispersión de recursos. En 39 municipios no existe este servicio del nivel
medio superior. En los municipios que se imparte este servicio hay 63
preparatorias incorporadas a la Secretaría de Educación y 16 incorporadas a la
DGETI, además de 42 subsidiadas por el Estado que presionan por su total
oficialización y constituyen una bomba de tiempo, como ya se manifestó con la
protesta a pedradas en días recientes en Tapilula, cuando perversamente
manipularon esta necesidad a cambio de adhesiones partidarias.
Lamentablemente, en lo que a sus
docentes se refiere los datos motivan igual preocupación: el 53% de estos
docentes no cuenta con título profesional, únicamente el 1.3% realiza algún
estudio de postgrado.
Es en la educación superior donde el
cuello de botella se hace muy angosto, casi asfixiante. No obstante que el
discurso político apologiza a la educación, como el vehículo por excelencia,
para lograr un estado más sólido e independiente, más justo y más democrático,
en la práctica sucede lo contrario. En 1996 egresaron 12,469 jóvenes de los
bachilleratos, de los cuáles únicamente el 48% encontró lugar en alguna
institución de este nivel, incluidos aquellos que pudieron pagar en algunas de
las escuelas superiores que representan el 29% del total de estas
instituciones.
La educación superior en Chiapas no
puede reducirse únicamente a cumplir la sola función de producir fuerza de
trabajo profesional y calificada –en el mejor de los casos- para el desarrollo
productivo, que buena falta le hace, sino que también debe retomar su papel de
ser generadora de valores, no simples instrumentos de las demandas del mercado.
La educación superior deben entenderla y ubicarla las propias universidades en
la realidad concreta y objetiva de la sociedad a la que sirve.
Las 43 instituciones de enseñanza
superior del estado –incluidas las normales- como en todas las escuelas de los
otros niveles, deben fomentar la cultura de la tolerancia que permita la
convivencia con pleno respeto a la diversidad étnica, política, religiosa,
generacional y sexual, y deben también fomentar el desarrollo de valores
étnicos, estéticos y democráticos en la sociedad, si queremos llegar al nuevo
milenio, libres de los enfrentamientos que actualmente nos mantienen divididos
en unos y otros.
En cuanto a los docentes de la
educación superior, un 45% son contratados por hora asignatura, el 44% trabaja
medio y tres cuartos de tiempo y, únicamente el 11%, es de tiempo completo.
Sólo en las universidades oficiales se reconoce antigüedad a los maestros en
servicio, no así en las particulares, lo que provoca un flujo permanente del
personal, en directorio, en deterioro de la calidad académica. En la
investigación científica y tecnológica la situación es preocupante por la
crecientes dificultades de recortes presupuestales, el aumento de los insumos,
en la adquisición de equipo de laboratorio y en el directorio de las
condiciones laborales. Esto representa un grave riesgo para el desarrollo
social y económico de Chiapas al seguir promoviendo una preparación académica
obsoleta, mecánica, sin objetivos regionales concretos ni una visión universal
de la ciencia y la tecnología, por lo que consecuentemente seguirán formando
profesionistas con limitaciones del conocimiento textual y de la tecnología
transferida.
Pero en el centro de toda esta
cuestión problemática de la educación, está el gran protagonista que es el
maestro, al que la sociedad le asigna con la escuela la función correctora de
todos los vicios e insuficientes culturales, al mismo tiempo que minusvalora el
papel social y humanístico de las maestras y maestros.
Ningún político que aspire a
gobernar este estado tan complejo, puede soslayar el tema de su educación y la
importancia que tiene la formación de los profesores. Temas que requieren de
una reflexión conjunta con los maestros. A pesar de ser éste uno de los campos
más experimentados a nivel nacional, en nuestro medio aún es inédito. En
Chiapas, las Normales con mayor antigüedad únicamente han acumulado años, pero
paradójicamente han ido a la baja en lugar de convertirse en centros
especializados en la investigación y diseño de la formación docente. La sede de
la Universidad Pedagógica Nacional, no obstante sus ya casi 20 años de
existencia aquí, ha crecido horizontalmente y apenas acaba de iniciar un curso
de maestría. A la Normal Superior, no obstante la posibilidad en su decreto, no
le autoriza abrir cursos de postgrado. En los centros formadores de docentes la
experiencia no parece ser acumulativa, tal vez por que cada sexenio, por
cambios en los programas y estrategias para regular el egreso, no para mejorar
la calidad, los maestros adscritos tienen que enfrentar nuevas necesidades para
sobrevivir.
Los maestros en Chiapas tienen
problemas desde su formación. Inician su lucha desde el ingreso a las Normales
a través del cumplimiento de requisitos de un examen de admisión impuestos por
el sistema para legitimar el control de una matrícula, no para mejorar la
calidad de la formación. Luego, ya en servicio, enfrentan las diferencias de
sueldos por esa división arbitraria de las zonas de vida cara, faltando la
autoridad al principio constitucional de a igual trabajo igual remuneración.
Esta lucha va desgastando su imagen.
El problema es que el maestro, por
su legítima lucha salarial y por otras razones, ha ido perdiendo su carácter
protagónico que en otros tiempos asumió, no sólo ante la vida escolar sino ante
la vida de la comunidad. En otros casos, las razones son más graves, como la de
los maestros bilingües que, surgidos y concebidos durante el cardenismo como
una figura que representaba los intereses de las comunidades (y por eso eran
los interlocutores válidos ante el gobierno, entonces encarnaban los intereses
de los suyos), pasaron a ser mediadores, después mediatizadores hasta
convertirse en representantes de los intereses del grupo en el poder del
partido-gobierno.
Por lo que he expuesto, ustedes se
dan cuenta de que nuestro rezago es enorme, fruto de políticas históricas
organizadas para llevar abundancia a muy pocos y miseria a la mayoría. Sabiendo
esto, y lo mucho que hay que reconstruir sobre nuevas bases, lo que las
políticas de la rapiña devastaron, de todas maneras quiero reflexionar con ustedes
sobre la necesidad de valorar y/o revalorar ciertas características que debe
tener tanto la pedagogía como los docentes encargados de hacerla y espíritu
entre los escolares.
En la historia educativa mexicana
existe un episodio muy rescatable. Me refiero al sentido de misión que le dio
el maestro José Vasconcelos a las tareas educadoras que encabezó tanto en la
Universidad Nacional como en la Secretaría de Educación en la primera mitad de
los años 20´s. Si bien es cierto que no todos los énfasis de la filosofía
educativa de Vasconcelos son válidos para el Chiapas contemporáneo, me parece
que su incansable labor de hacer de los maestros unos misioneros, enviados para
combatir con el alfabeto los nuevos conocimientos la marginación escolar, es
una figura que pudiéramos retomar con el fin de equiparnos mejor para doblegar
el dominio de la ignorancia prohijada por intereses que oprimen económica,
política y culturalmente a la mayoría de los chiapanecos (as).
En el verdadero proceso educativo,
ustedes compañeros y compañeras normalistas, lo saben hacer mejor que yo. No se
trata solamente de acumular información en las mentes de los estudiantes, se trata de formar para enfrentar mejor la
vida en todos sus órdenes. Es decir, la educación que visualizamos para el nuevo Chiapas es una
que contribuya a reforzar la ciudadanía, a combatir los rezagos que han
subyugado y mantenido en condiciones de súbditos a la población de estas
tierras.
Juan María Alponte dejó plasmado en
alguno de sus miles de artículos periodísticos una consideración que me cimbró
cuando la leí, por la comparación que hice con el atraso escolar y científico
tecnológico que nos golpea. Alponte escribió que “en el futuro la única materia
prima que realmente tendrá valor será la materia gris”. O sea que si no
invertimos todos nuestros esfuerzos económicos, sociales, pedagógicos y
culturales en esa materia gris (el cerebro de los estudiantes chiapanecos),
seguiremos condenados a importar conocimientos pensados para otras necesidades
y otras realidades distintas a las de nosotros. La inversión inicial debe
centrarse en dotar a la mayoría de nuestros habitantes, aunque soñamos con
hacerlo para todos y todas, de la tecnología básica que posibilite a sus
adquirientes para transitar a otros niveles del conocimiento. Nos referimos a
la capacidad de leer, que por desgracia está lejos del alcance de nuestros
millones de analfabetas reales y funcionales. No podemos tener una real
transformación educativa, si primero no emprendemos la revolución del alfabeto.
En la tarea alfabetizadora que
convierta a los nuevos letrados en amantes de la lectura, es crucial el papel
de los maestros. Si éstos logran transmitir el amor a la página impresa, no
sólo a quienes no saben leer sino también
a los estudiantes universitarios, entre quienes la práctica de la
lectura está decayendo gravemente, estaremos entonces en mejores condiciones
para construir la ciudadanía que exige sus derechos a las autoridades pero que
ejerce esos derechos responsable y democráticamente.
Que nuestros maestros sean
facilitadores de la lectura, y que haya suficientes recursos bibliotecarios,
editoriales y distribuidores que pongan a la mano de los nuevos y permanentes
lectores(as) los libros necesarios para su crecimiento intelectual, debe ser
una de las columnas vertebrales de los planes educativos.
Otro principio fundamental, del cual
pienso deben ser guardianes los maestros y maestras, es el de fomentar y
reproducir la tolerancia hacia y entre los alumnos. Chiapas es una entidad
diversa en todos los sentidos, por ello han fracasado y fracasarán todos los
intentos por uniformizarla. Ante una sociedad plural y diversa, sólo cabe una
política democrática, si es que deseamos que la diversidad sea un factor que
nos enriquezca a todos, y no que nos divida en bandos beligerantes que buscan
exterminarse mutuamente, por otro lado la tolerancia es la virtud que nos
enseña a convivir con lo que es diferente. A aprender con lo diferente, a
respetar lo diferente. Por ello es de vital importancia el papel de los maestros
para crear en sus aulas y escuelas espacios de civilidad y de tolerancia. Los
beneficios para toda la sociedad de que nuestros, niños(as) y adolescentes sean
educados en la tolerancia, serán de gran valor y nos posibilitarán enraizar la
democracia en la vida cotidiana.
Como ustedes, estoy preocupado con
los fines de la educación. Sí, hay que educar más y mejor, pero ¿para qué, en
cuál dirección? Estas preguntas sólo
pueden responderse a través de un ejercicio serio de evaluación de los
contenidos y fines de los programas escolares. Necesitamos pensar seriamente el
tema, dejar de creer que todo es cuestión de mejores tácticas y técnicas
psicopedagógicas. Sin duda que la práctica pedagógica es básica, en el ámbito
educativo, pero debe estar enmarcada en la búsqueda de un destino que le de
sentido a nuestra educación.
Como el destino que buscamos para
los hombres y mujeres de Chiapas es uno más justo y digno, entonces los
maestros y todo el sistema educativo deberán orientarse hacia construir los
medios pedagógicos para contribuir a lograr ese propósito.
Una de la primeras y más indelebles
marcas de nuestra relación con la autoridad la recibimos como infantes en los
salones de clase. Por esto, me parece, se hace indispensable reconstituir la
función de los maestros como autoridades ejemplares de los niños y niñas. La
palabra autoridad tiene entre nosotros connotaciones negativas. Las tiene
porque las autoridades que han desgobernado a nuestro estado lo han hecho en
detrimento de los intereses y necesidades de la mayoría. Yo no hago uso del
concepto de autoridad como sinónimo de autoritarismo y despotismo sino como lo
que realmente es: hacer crecer a los demás. Entonces la autoridad docente,
magisterial, es la que hace crecer a sus alumnos, la que desata las fuerzas
creativas de los conocimientos transmitidos a los estudiantes. En este sentido,
abogo por acrecentar la autoridad de nuestros maestros, y la consecuente
necesidad de que el Estado apoye con mayores recursos la generosa labor
educativa.
En fin, compañeros maestros y
alumnos de este combativo centro formador de maestros, como hijo de profesores,
conozco, sé y he vivido la dificultades propias de los profesores. Sé que esta
es y debe seguir siendo la profesión más humana y humanizadora de todas para
cumplir la sentencia de que “ser humano es también un deber”. Me he propuesto
encabezar el Proyecto de la Esperanza, como un proyecto que cambie las
relaciones actuales de subordinación a las decisiones centralistas, en donde, a
partir del año 2000, los chiapanecos seamos dueños de nuestro destino
económico, político, cultural y social. Sé y me queda claro que esto no será
posible si no cuento con el apoyo y participación de los maestros chiapanecos.
La problemática educativa, como todos los problemas de nuestro estado, debe ser
pensada y repensada por sus propios actores, para que de ese amplio consenso,
de esa amplia consulta a la que vengo convocando sin exclusión alguna, surjan
las propuestas de solución. Repito que quiero que busquemos juntos la solución
de los problemas que nos aquejan, con pleno respeto a la diferencia y a la
pluralidad cultural de los chiapanecos.
A partir de lo que opinen, y de lo
que la sociedad demande, mejoremos la calidad del servicio educativo. Para esto
es necesario el esfuerzo y la voluntad colectiva, se deben emprender tareas
como:
La renovación del marco jurídico y
normativo;
La reorganización de la coordinación
del sistema educativo estatal, para que la operación aislada no provoque
confusiones, dispendio de recursos y duplicación de esfuerzos.
La implementación de un programa de
mejoramiento y mantenimiento de las escuelas; otro que permita resolver el
déficit en la construcción de escuelas, mobiliario y equipos de laboratorio.
Ampliación de los servicios de los
centros de desarrollo infantil, de los albergues rurales y el de las becas en
todos los niveles.
La revisión, reestructuración y
ampliación del servicio de educación especial, así como el destinado a la
educación de adultos.
La reactivación de las actividades tecnológicas
en las escuelas y el fomento del goce estético por la pintura, la danza y la
música en las escuelas de todo el estado; la estimulación a la actividad
deportiva en los jóvenes y niños; la implementación de programas de inducción a
la lectura.
Aprovechar la influencia que ejercen
en la sociedad los medios de comunicación para usarla con fines educativos.
Implementar acciones como la
revisión curricular en los planes de estudio, a efecto de que se estructuren
contenidos regionales que sean suficientemente aprovechados para promover la
interculturalidad;
Trabajar en la elaboración de un
programa integral de formación de los directivos escolares para que éstos no
sean productos de la improvisación.
Avanzar en la profesionalización de
los maestros.
Revalorar y ampliar la oferta para estudios de
especialización y postgrados en las escuelas e institutos de educación superior
del estado y, sobre todo,
educar para la vida. Es urgente en
Chiapas vincular la educación a los procesos sociales de los que actualmente se
encuentra divorciada.
Si coincidimos, no es posible seguir
posponiendo la creación de sistemas integrales que se ocupen de estas etapas,
en donde incidan los actores y las instancias que participan en el proceso
educativo, para que emitan sus opiniones de acuerdo a las necesidades de la
región y del nivel representado.
Amigos, amigas: hoy es un nuevo día
para ustedes y debe serlo para Chiapas.
El educativo, no es uno de los
problemas de Chiapas, es el problema que atraviesa a todos los demás. Es en
nuestra dolorosa realidad, el único elemento que, al mismo tiempo, es causa y
efecto de todas nuestras penurias.
Si de veras queremos un cambio en
Chiapas, empecemos por aceptar que la revolución comenzará en el interior de
cada uno de nosotros o no pasará nada. Tenemos que dar una fuerte sacudida a la
educación y, por supuesto, a la conciencia de los educadores. Es mucho lo que
ustedes pueden hacer a partir de ahora.
En Chiapas, no podemos darnos el
lujo de seguir actuando como si nada hubiera pasado, como si lo ocurrido en
1994 fuera material para la crónica y no para hacernos pensar y actuar de una
manera diferente. Les pido, los exhorto, a que actúen con sentido de urgencia.
Tenemos que darnos prisa. Si no
actuamos hoy, tal vez el día de mañana tendremos que pagar más de lo que
estábamos dispuestos a pagar; caeremos más hondo de donde queríamos caer y nos
mantendremos sometidos más tiempo del que ya lo hemos estado. No quise quedarme
sólo en la felicitación; además de reconocerles este trato importante para
ustedes y sus padres. Los convoco a la reflexión y a la acción. Dejo la
invitación a ustedes para que, con sus conocimientos, inquietudes, vivencias y
emociones, contribuyan en la construcción del proyecto educativo que requiere
nuestro Chiapas. Comencemos a hacer hoy lo que desde hace casi un siglo nos han
estado ofreciendo para mañana.